Fragmentos de la Mstica Ciudad de Dios
Sentse a la mesa Cristo nuestro bien con los doce Apstoles
y algunos otros discpulos y pidi le trajesen pan cenceo de
trigo puro sin levadura y psolo sobre el plato, y vino puro de
que prepar el cliz con lo que era menester.
Hizo luego el Maestro de la vida una pltica
regaladsima a sus Apstoles, y sus palabras divinas, que
siempre eran penetrantes hasta lo ntimo del corazn, en
esta pltica fueron como rayos encendidos del fuego de
la caridad que los abrasaba en esta dulce llama.
Manifestles de nuevo altsimos misterios de su divinidad
y humanidad y obras de la Redencin. Encomendles la
paz y unin de la caridad y se la dej vinculada en aquel
sagrado misterio que dispona obrar.
Ofreciles que
amndose unos a otros los amara su Eterno Padre como
le amaba a l. Diles inteligencia de esta promesa y que
los haba escogido para fundar la nueva Iglesia y Ley de
Gracia. Renovles la luz interior que tenan de la
suprema dignidad, excelencia y prerrogativas de su
pursima Madre Virgen.
"Padre mo y Dios eterno, yo te confieso, te alabo y
magnifico en el ser infinito de tu divinidad
incomprensible, en la cual soy una misma cosa contigo y
con el Espritu Santo, engendrado ab aeterno por tu
entendimiento como figura de tu sustancia y tu imagen
de tu misma individua naturaleza. La obra de la
Redencin humana, que me encomendaste en la misma
naturaleza que tom en el vientre virginal de mi Madre,
quiero consumar y darle la suma perfeccin y plenitud de
tu divino beneplcito y pasar de este mundo a tu diestra
y llevar a ti a todos aquellos que me diste (Jn 17, 12), sin
que se pierda alguno en cuanto a nuestra voluntad y
suficiencia de su remedio. Mis delicias son estar con los
hijos de los hombres (Prov 8, 31) y en mi ausencia
quedarn hurfanos y solos si los dejo sin mi asistencia
no quedndome con ellos. Quiero, Padre mo, dejarles
prendas ciertas y seguras de mi inextinguible amor y de
los premios eternos que les tienes aparejados. Quiero
dejarles memoria indefectible de lo que por ellos he
obrado y padecido. Quiero que hallen en mis
merecimientos remedio fcil y eficaz del pecado que
participaron en la inobediencia del primer hombre y
restaurar copiosamente el derecho que perdieron a la
felicidad eterna para que fueron criados.
"Para estos altsimos fines de vuestra exaltacin y
gloria pido, Seor y Padre mo, el fat de vuestra voluntad
eterna en mi nombre y de todos los pobres y afligidos
hijos de Adn. Y si provocan sus culpas a vuestra justicia,
su miseria y necesidad llama a vuestra infinita
misericordia."
Justificados los hombres por medio de estos
Sacramentos, estarn capaces de la suma participacin y
amor que conmigo pueden tener en el destierro de su
vida mortal, y sta ha de ser recibindome sacramentado
en su pecho por inefable modo en especies de pan y vino,
y en las del pan dejar mi cuerpo y en las del vino dejar
mi sangre. En cada uno estar todo real y verdaderamente.
Precediendo todo lo que he dicho, tom en sus
manos venerables Cristo bien nuestro el pan que estaba
en el plato y, pidiendo interiormente licencia y dignacin
para obligar al Altsimo a que entonces y despus en la
Santa Iglesia, en virtud de las palabras que haba de
pronunciar, se hiciese presente real y verdaderamente en
la hostia como quien las obedeca.
levant los ojos al
cielo con semblante de tanta majestad, que a los
Apstoles, a los ngeles y a la misma Madre Virgen les
caus nuevo temor reverencial. Y luego pronunci las
palabras de la consagracin sobre el pan, dejndole
convertido transubstancialmente en su verdadero cuerpo,
y la consagracin del vino pronunci sobre el cliz y
convirtindole en su verdadera sangre.
Al mismo punto que acab Cristo Seor nuestro de pronunciar las
palabras, respondi el Eterno Padre:
"Este es mi Hijo dilectsimo, en quien yo tengo mi agrado y le tendr
hasta el fin del mundo, y estar l con los hombres el tiempo que
les durare su destierro".
Esto mismo confirm tambin la persona del Espritu Santo. Y la humanidad
santsima de Cristo en la persona del Verbo hizo profunda
reverencia a la divinidad en el sacramento de su cuerpo y sangre.
La Madre Virgen desde su retiro se postr en
tierra y ador a su Hijo sacramentado con incomparable
reverencia. Luego le adoraron los ngeles de su custodia
y con ellos hicieron lo mismo todos los ngeles del cielo,
y tras los santos espritus le adoraron Enoc y Elas en su
nombre y en el de los antiguos Patriarcas y Profetas de
las leyes natural y escrita.
Nuestro gran sacerdote Cristo levant en alto su mismo cuerpo y
sangre consagrados, para que de nuevo le adorasen
todos los que asistan a esta Misa nueva, y as lo hicieron
todos. Y (...) [con] esta elevacin [conocieron]
por especial modo cmo en las especies del pan estaba
el sagrado cuerpo y en las del vino la sangre, y en
entrambas todo Cristo vivo y verdadero, por la unin
inseparable de su alma santsima y su cuerpo y sangre, y
cmo estaba la divinidad, y en la persona del Verbo la
del Padre y del Espritu Santo, y por estas uniones y
existencias, inseparables concomitancias, quedaban en
la Eucarista todas las tres personas, con la perfecta
humanidad de Cristo Seor nuestro.
Jess nuestro bien, que habiendo levantado el
santsimo sacramento para que le adorasen los
discpulos, como he dicho (Cf. supra n. 1192), le dividi
con sus sagradas manos y se comulg a s mismo el
primero, como primero y sumo sacerdote. Y
reconocindose, en cuanto hombre, inferior a la
divinidad que reciba en su mismo cuerpo y sangre
cansagrados, se humill, encogi y tuvo como un
temblor en la parte sensitiva, manifestando dos cosas: la
una, la reverencia con que se deba recibir su sagrado
cuerpo; la otra, el dolor que senta de la temeridad y
audacia con que muchos de los hombres llegaran a
recibir y tratar este altsimo y eminente Sacramento. Los
efectos que hizo la comunin en el Cuerpo de Cristo
nuestro bien fueron divinos y admirables, porque por un
breve espacio redundaron en l los dotes de gloria de su
alma santsima como en el Tabor.
Fragmentos de la Mstica Ciudad de Dios, de la Hermana
Mara de Jess de Agreda manifesto por Nuestra Seora
Alma de Cristo, santifcame.
Cuerpo de Cristo, slvame.
Sangre de Cristo, embrigame.
Agua del costado de Cristo, lvame.
Pasin de Cristo, confrtame.
Oh, buen Jess!, yeme.
Dentro de tus llagas, escndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defindeme.
En la hora de mi muerte, llmame.
Y mndame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amn
La Cena del Seor, Icono de Simon Ushakov; 1685; The Sergiev Posad State History and Art Museum-Preserve
Regin de Mosc, Lavra, Sergiev Posad;
https://en.wikipedia.org
Uno de los catorce paneles de la predela del retablo de San Esteban de Granollers. Museu Nacional dArt de Catalunya, Barcelona, Espaa;
https://wikimedia.org
ltima Cena - Ventana de cristal de la mancha (detalles); San Juan con la cabeza apoyada en el hombro de Cristo, Mayer Co.; Iglesia Catlica de San Jos, Macon, Georgia, EEUU
Institucin de la Eucarista en la Cena del Seor
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en la Santsima Virgen Mara
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se imparta (28 de Octubre, 2013)
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