Bscalo a Dios cuando tengas la desgracia de perderlo a travs del pecado
Fiesta de los Reyes Magos (Epifana) 6 de Enero
del Rev. Frederick A. Reuter
La historia de los Reyes del Oriente que siguieron a la estrella milagrosa hasta que los condujo al Nio Jess en Beln, es de continuo inters y encanto. Ensayado como es cada ao en las muchas iglesias de la cristiandad, la narracin no pierde nada de su belleza; ni el ejemplo de los Magos, nuestros antepasados en la fe. Nunca fallan en sealar una moral saludable a aquellos de nosotros que lo consideramos bueno y propicio. La leccin que ms comnmente saqu del Evangelio de la Epifana, en donde se embalsama la narracin, es que, en la fe de los Magos, tenemos un modelo perfecto de lo que nuestra propia fe debera ser en las diversas circunstancias y pruebas de la vida. Si bien esta aplicacin de la historia de los sabios es tan saludable como es evidente, su ejemplo ensea otra leccin igualmente instructiva y quizs an ms necesaria. Ese ejemplo nos muestra con toda verdad cmo debemos buscar a Dios cuando tenemos la desgracia de perderlo por el pecado; cmo debemos actuar cuando tenemos la felicidad de encontrarlo; y, finalmente, cmo debemos comportarnos despus de encontrarlo, despus de nuestra conversin.
Estos magos a quienes la estrella milagrosa invit a acercarse al recin nacido Rey de los Judios eran paganos, que no tienen otros dioses que los dolos inanimados; eran vagabundos, viajando lejos del camino de la salvacin; eran pobres pecadores, envueltos en las sombras de la muerte. De repente, la voz misericordiosa de Dios se hace escuchar en el fondo de sus corazones, y de la misma manera se levantan y buscan fervientemente al recin nacido. La seriedad en su bsqueda implica su enjuiciamiento con prontitud y, en consecuencia, no se demoran.
"Hemos visto su estrella", dijeron; "y hemos venido a adorarlo". No permitieron ningn intervalo entre su visin y su presentacin; es decir, entre ver la verdad y aceptarla; entre el conocimiento de su deber y su cumplimiento; entre ver lo bueno por hacer y hacerlo. En su caso, la fe se convierte en conviccin, el deseo conduce inmediatamente a la resolucin, y el propsito se reduce inmediatamente a la prctica. La gracia de Dios los toca y triunfa a la vez. No necesita repetidos ataques, largas horas o das de conflicto, de mejillas frecuentes, antes de lograr su victoria; ellos han visto y han venido.
Cmo explicar la prontitud, la prisa casi podra decirse, de estos sabios? Fcilmente vieron en la estrella maravillosa la voluntad de Dios, que los llam a l. Si a la primera intimacin de esa sagrada voluntad se apresuran a cumplirla, simplemente proclaman la importancia de la tarea de encontrar a Dios. No obedecer su llamado inmediatamente, sera arriesgarse a perderlo para siempre. Como cuestin de hecho histrico, no hubiera sido este el resultado de que los Magos si retrasaron su viaje? Suponiendo que hubieran esperado varias semanas, o incluso algunos das, antes de confiar en la gua de la estrella, habran encontrado a Jesucristo? En vano lo habran buscado en Jerusaln, en Beln, o en el pas circundante, ya que haba tomado su vuelo a Egipto, donde permaneci oculto y desconocido. Si la bsqueda de los Reyes Magos, en una palabra, no hubiera sido rpida, hubiera sido intil. Acaso el curso de accin de estos sabios no nos reprende, que habitualmente pospone, pospone y demora con terquedad indefectible la ejecucin de las rdenes de Dios?
Nosotros, tambin, hemos visto. Dios nos ha mostrado, no de hecho por una estrella, sino por una luz an ms brillante, los deberes que debemos realizar, las virtudes para practicar y los vicios que debemos rechazar. Cuntos de nosotros hemos establecido de inmediato el rendimiento, la prctica y el "rechazo"? Hemos visto, ms claramente que los sabios observaron su camino, el camino que debemos seguir, la ley de Dios y la de su Iglesia a la que debemos obedecer; y cuntos de nosotros hemos apresurado a seguirlo en seguida? Hemos visto la tirana de nuestras pasiones, pero fallamos en ponerles freno; ocasiones prximas de pecado, y no los rehuimos; escndalos e injusticias en nuestras vidas, y no los reparamos. "Hemos visto, en fin, esos afectos secretos que dividen nuestros corazones entre las criaturas y el Creador, el orgullo oculto que domina nuestra conducta, los celos y el odio que nos hacen presa. Tambin hemos visto clara y repetidamente la indiferencia y la apata criminal con la que tratamos el importante asunto de nuestra salvacin. Ay, para nosotros, que nuestra visin no haya sido seguida por la disposicin a actuar que seal a los Reyes Orientales! En lugar de decir "Hemos venido", nos hemos contentado con declarar "vendremos"; haremos lo que est bien poco a poco, reformaremos nuestras vidas ms adelante, se convertir todo a su debido tiempo.
Y cundo ocurrir esto ms adelante, ms adelante, en ese buen momento; ese da de salvacin, llegar? Cuando estamos ms avanzados en aos, cuando nuestros asuntos se resuelven, cuando las circunstancias se vuelven ms favorables, en cualquier caso, antes de morir. Esperanza engaosa! No deberamos temer que si no recurrimos a Dios de inmediato, si abusamos de Su gracia divina por ms tiempo, lo perderemos para siempre? Es probable que nuestros aos futuros sean tan estriles como lo han sido nuestros pasados; se gastarn en vanos anhelos y proyectos intiles. La muerte probablemente nos sorprenda tal como habitualmente estamos ... llenos de buenas intenciones, pero esclavos de hbitos criminales. Buscaremos a Dios, pero, en las palabras del Apocalipsis, no lo encontraremos, y moriremos en nuestros pecados.
La prontitud de los Reyes Magos en seguir a la estrella no fue ms notable que su generosidad. La obediencia a la llamada divina signific para ellos el abandono de sus estados, la separacin de sus familias y amigos, la realizacin de un viaje de duracin indefinida, el desafo a la ms rigurosa de las estaciones y la exposicin infalible a la burla del mundo. Ninguna de estas consideraciones sirvi para apartarlas de su diseo, al igual que las dificultades que no podan sino anticipar por su ignorancia del camino y del lenguaje del pas al que probablemente estaban vinculados; o sus temores por Herodes, quien podra verlos como conspiradores en contra de su soberana. No teman ni a las criaturas ni a los hombres. Dios los haba llamado; obedecieron a la vez, plena y libremente. "Hemos visto su estrella, y venimos a adorarlo."
Fiesta de los Reyes Magos (Epifana) 6 de Enero
del Rev. Frederick A. Reuter
La historia de los Reyes del Oriente que siguieron a la estrella milagrosa hasta que los condujo al Nio Jess en Beln, es de continuo inters y encanto. Ensayado como es cada ao en las muchas iglesias de la cristiandad, la narracin no pierde nada de su belleza; ni el ejemplo de los Magos, nuestros antepasados en la fe. Nunca fallan en sealar una moral saludable a aquellos de nosotros que lo consideramos bueno y propicio. La leccin que ms comnmente saqu del Evangelio de la Epifana, en donde se embalsama la narracin, es que, en la fe de los Magos, tenemos un modelo perfecto de lo que nuestra propia fe debera ser en las diversas circunstancias y pruebas de la vida. Si bien esta aplicacin de la historia de los sabios es tan saludable como es evidente, su ejemplo ensea otra leccin igualmente instructiva y quizs an ms necesaria. Ese ejemplo nos muestra con toda verdad cmo debemos buscar a Dios cuando tenemos la desgracia de perderlo por el pecado; cmo debemos actuar cuando tenemos la felicidad de encontrarlo; y, finalmente, cmo debemos comportarnos despus de encontrarlo, despus de nuestra conversin.
Estos magos a quienes la estrella milagrosa invit a acercarse al recin nacido Rey de los Judios eran paganos, que no tienen otros dioses que los dolos inanimados; eran vagabundos, viajando lejos del camino de la salvacin; eran pobres pecadores, envueltos en las sombras de la muerte. De repente, la voz misericordiosa de Dios se hace escuchar en el fondo de sus corazones, y de la misma manera se levantan y buscan fervientemente al recin nacido. La seriedad en su bsqueda implica su enjuiciamiento con prontitud y, en consecuencia, no se demoran.
"Hemos visto su estrella", dijeron; "y hemos venido a adorarlo". No permitieron ningn intervalo entre su visin y su presentacin; es decir, entre ver la verdad y aceptarla; entre el conocimiento de su deber y su cumplimiento; entre ver lo bueno por hacer y hacerlo. En su caso, la fe se convierte en conviccin, el deseo conduce inmediatamente a la resolucin, y el propsito se reduce inmediatamente a la prctica. La gracia de Dios los toca y triunfa a la vez. No necesita repetidos ataques, largas horas o das de conflicto, de mejillas frecuentes, antes de lograr su victoria; ellos han visto y han venido.
Cmo explicar la prontitud, la prisa casi podra decirse, de estos sabios? Fcilmente vieron en la estrella maravillosa la voluntad de Dios, que los llam a l. Si a la primera intimacin de esa sagrada voluntad se apresuran a cumplirla, simplemente proclaman la importancia de la tarea de encontrar a Dios. No obedecer su llamado inmediatamente, sera arriesgarse a perderlo para siempre. Como cuestin de hecho histrico, no hubiera sido este el resultado de que los Magos si retrasaron su viaje? Suponiendo que hubieran esperado varias semanas, o incluso algunos das, antes de confiar en la gua de la estrella, habran encontrado a Jesucristo? En vano lo habran buscado en Jerusaln, en Beln, o en el pas circundante, ya que haba tomado su vuelo a Egipto, donde permaneci oculto y desconocido. Si la bsqueda de los Reyes Magos, en una palabra, no hubiera sido rpida, hubiera sido intil. Acaso el curso de accin de estos sabios no nos reprende, que habitualmente pospone, pospone y demora con terquedad indefectible la ejecucin de las rdenes de Dios?
Nosotros, tambin, hemos visto. Dios nos ha mostrado, no de hecho por una estrella, sino por una luz an ms brillante, los deberes que debemos realizar, las virtudes para practicar y los vicios que debemos rechazar. Cuntos de nosotros hemos establecido de inmediato el rendimiento, la prctica y el "rechazo"? Hemos visto, ms claramente que los sabios observaron su camino, el camino que debemos seguir, la ley de Dios y la de su Iglesia a la que debemos obedecer; y cuntos de nosotros hemos apresurado a seguirlo en seguida? Hemos visto la tirana de nuestras pasiones, pero fallamos en ponerles freno; ocasiones prximas de pecado, y no los rehuimos; escndalos e injusticias en nuestras vidas, y no los reparamos. "Hemos visto, en fin, esos afectos secretos que dividen nuestros corazones entre las criaturas y el Creador, el orgullo oculto que domina nuestra conducta, los celos y el odio que nos hacen presa. Tambin hemos visto clara y repetidamente la indiferencia y la apata criminal con la que tratamos el importante asunto de nuestra salvacin. Ay, para nosotros, que nuestra visin no haya sido seguida por la disposicin a actuar que seal a los Reyes Orientales! En lugar de decir "Hemos venido", nos hemos contentado con declarar "vendremos"; haremos lo que est bien poco a poco, reformaremos nuestras vidas ms adelante, se convertir todo a su debido tiempo.
Y cundo ocurrir esto ms adelante, ms adelante, en ese buen momento; ese da de salvacin, llegar? Cuando estamos ms avanzados en aos, cuando nuestros asuntos se resuelven, cuando las circunstancias se vuelven ms favorables, en cualquier caso, antes de morir. Esperanza engaosa! No deberamos temer que si no recurrimos a Dios de inmediato, si abusamos de Su gracia divina por ms tiempo, lo perderemos para siempre? Es probable que nuestros aos futuros sean tan estriles como lo han sido nuestros pasados; se gastarn en vanos anhelos y proyectos intiles. La muerte probablemente nos sorprenda tal como habitualmente estamos ... llenos de buenas intenciones, pero esclavos de hbitos criminales. Buscaremos a Dios, pero, en las palabras del Apocalipsis, no lo encontraremos, y moriremos en nuestros pecados.
La prontitud de los Reyes Magos en seguir a la estrella no fue ms notable que su generosidad. La obediencia a la llamada divina signific para ellos el abandono de sus estados, la separacin de sus familias y amigos, la realizacin de un viaje de duracin indefinida, el desafo a la ms rigurosa de las estaciones y la exposicin infalible a la burla del mundo. Ninguna de estas consideraciones sirvi para apartarlas de su diseo, al igual que las dificultades que no podan sino anticipar por su ignorancia del camino y del lenguaje del pas al que probablemente estaban vinculados; o sus temores por Herodes, quien podra verlos como conspiradores en contra de su soberana. No teman ni a las criaturas ni a los hombres. Dios los haba llamado; obedecieron a la vez, plena y libremente. "Hemos visto su estrella, y venimos a adorarlo."
Si intentamos establecer un paralelo entre su conducta y la nuestra, no debemos sonrojarnos por nuestra falta de espritu generoso? Cuando Dios nos llama, cuando su gracia nos presiona para convertirnos, comprendemos lo suficientemente bien que debemos salir de nuestra tibieza; debemos abandonar nuestros pecados; deberamos romper el crculo de los hbitos criminales que nos envuelve; deberamos abandonar asambleas escandalosas; deberamos terminar intimidades peligrosas; deberamos observar, en fin, los Mandamientos de Dios y de Su Iglesia. Pero, debido a que nos costara un poco de esfuerzo, una pequea exhibicin de coraje moral para hacerlo, preferimos permanecer en nuestra indiferencia, vctimas de nuestros malos hbitos, esclavos de la tirana del pecado, trabajando obras pecaminosas.
Durante todo su viaje, los Reyes Magos muestran la misma firmeza y constancia que marc su salida. El aparente estancamiento cuando llegan a Jerusaln y no pueden aprender nada del Rey recin nacido a quien buscan, no los intimida ni los desconcierta. "Dios nos ha llamado", dijeron; "encontraremos la manera de llevarnos a l. Continuemos nuestra bsqueda." Al igual que nosotros, ellos no pierden su constancia en el primer control o juicio que los confronta: no avancen hacia Dios hoy para volver sobre sus pasos maana, no busquen a su Salvador solo cuando los cielos sean justos, solo para abandonarlo cuando se juntan las nubes de tormenta. Cuando la estrella desaparece y se encuentran sin una gua, de inmediato hacen uso de todos los medios ordinarios que la gracia pone a su disposicin. Despus de haber pedido informacin a la gente comn se dirigen a lo grande. Consultan a los sacerdotes y a los doctores de la ley acerca del pas en el que nacer el Mesas. Se acercan incluso al tribunal de Herodes para obtener la informacin ms completa.
Es este nuestro mtodo de procedimiento cuando, habiendo perdido a Dios por nuestros pecados, formamos el deseo poco entusiasta de encontrarlo nuevamente? O cuando, al contemplarnos alejndonos de l, pensamos en acercarnos a Sus brazos protectores? En caso de duda, consultamos a los que son competentes para dirigirnos? Recurrimos a los medios ms seguros y eficaces: la oracin, las buenas obras, la confesin y la comunin? Hacemos algn esfuerzo serio para corregir nuestros malos hbitos? Evitamos las ocasiones prximas del pecado? "Si no, todos en vano protestamos que deseamos salvar nuestras almas, convertirnos, evitar el mal y hacer el bien. Solo imitando la prontitud y el coraje generoso de los Reyes Magos podremos encontrar al Salvador a quienes tan profundamente necesitamos buscar.
No menos instructivo que el mtodo en el que los Reyes Magos buscaron el Mesas fue su accin cuando se pararon en su presencia. La estrella se detuvo, no sobre un palacio real, sino sobre una cueva de establo desierta; y, al entrar, descubren a un beb dbil acostado en una cuna, evidentemente vctima de una gran pobreza, como lo son la joven madre y el padre adoptivo de mediana edad, que son sus nicos cortesanos. Contemplan al recin nacido a quien Herodes teme, a quien el Cielo seala como su Mesas. No han sido engaados? No: su fe los muestra como un Dios hecho hombre; y disfrazados de un Infante indefenso, contemplan la omnipotencia del Creador.
No guardan para s los sentimientos con los que la contemplacin del Nio los llena: expresan exteriormente esos sentimientos, arrojndose a Sus pies y ofrecindole honores divinos. "Y, arrodillndose", dice el evangelista, "lo adoraron". Cuando en nuestras iglesias y capillas, contemplamos a este mismo Dios de Beln oculto bajo el velo eucarstico, siempre lo consideramos como el amo supremo del cielo y la tierra? Nosotros, como los Sabios, lo adoramos en nuestros altares, doblamos las rodillas con reverencia ante l? El respeto humano nunca nos ha impedido edificar a nuestro prjimo dando seales externas de nuestros sentimientos interiores? Y nosotros imitamos a los Reyes Magos en ofrecerle a Nuestro Dios el triple tributo de nuestro homenaje? Abrimos nuestros tesoros y le ofrecemos nuestros dones de oro, incienso y mirra? El oro que l tendra de nosotros es un corazn inflamado de amor, una ardiente caridad manifestada en nuestras obras. El incienso que desea ver ardiendo a sus pies es el de la oracin ferviente que asciende al cielo como un perfume agradable. Y la mirra que l exige de nosotros es la mortificacin de nuestro cuerpo, mente y corazn, en el espritu de la penitencia.
Finalmente, en el procedimiento de los Reyes Magos, al salir de Beln, tenemos un ejemplo sorprendente de cmo debemos comportarnos despus de haber buscado y encontrado a Nuestro Seor en los Sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Eucarista. Habiendo recibido una orden del Cielo de no regresar a Herodes, "regresaron de otra manera a su propio pas". Ellos obedecieron la voluntad de Dios sin vacilacin, tan pronto como se rindieron a la inspiracin original que los llam desde su hogar. En cuanto a la promesa que le hicieron a Herodes, o lo que ese rey y toda Jerusaln pensaran de que rompieron su palabra, no se preocupan en absoluto. Dios ha hablado; eso es suficiente Es suyo solo para obedecer.
Para nosotros, que poseemos a Dios y su gracia santificante, el cielo nos da la misma orden: nos ordena huir de Herodes, "que busca al nio para destruirlo". Nuestro Herodes, como todos sabemos, es el mundo anatematizado por Dios; es todos los malos cristianos, es todos enemigos de Dios y de nuestra alma; es todos aquellos que con sus palabras y su ejemplo se esfuerzan por despojarnos de nuestra inocencia; los compaeros que nos han llevado al vicio; las ocasiones prximas de nuestras transgresiones pasadas.
Al igual que los viajeros ilustres cuyo ejemplo hemos estado considerando, nosotros tambin debemos evitar constantemente a este Herodes del pecado, y seguir un camino diferente del que perseguimos en los das de nuestro vagar lejos de Dios. No deberamos seguir los deseos desordenados de nuestros corazones, ni satisfacer nuestras pasiones, ni consentir ms a nuestros sentidos; sino ms bien lograr en todas partes, y siempre, la voluntad de Dios.
Solo haciendo eso - mediando de otra manera, sustituyendo la humildad por el orgullo, la mortificacin por la indulgencia, la prudencia por la imprudente exposicin al peligro, el fervor por la tibieza - podemos esperar llegar a nuestro propio pas, el reino celestial que solo los sabios habitar alguna vez.
Si intentamos establecer un paralelo entre su conducta y la nuestra, no debemos sonrojarnos por nuestra falta de espritu generoso? Cuando Dios nos llama, cuando su gracia nos presiona para convertirnos, comprendemos lo suficientemente bien que debemos salir de nuestra tibieza; debemos abandonar nuestros pecados; deberamos romper el crculo de los hbitos criminales que nos envuelve; deberamos abandonar asambleas escandalosas; deberamos terminar intimidades peligrosas; deberamos observar, en fin, los Mandamientos de Dios y de Su Iglesia. Pero, debido a que nos costara un poco de esfuerzo, una pequea exhibicin de coraje moral para hacerlo, preferimos permanecer en nuestra indiferencia, vctimas de nuestros malos hbitos, esclavos de la tirana del pecado, trabajando obras pecaminosas.
Durante todo su viaje, los Reyes Magos muestran la misma firmeza y constancia que marc su salida. El aparente estancamiento cuando llegan a Jerusaln y no pueden aprender nada del Rey recin nacido a quien buscan, no los intimida ni los desconcierta. "Dios nos ha llamado", dijeron; "encontraremos la manera de llevarnos a l. Continuemos nuestra bsqueda." Al igual que nosotros, ellos no pierden su constancia en el primer control o juicio que los confronta: no avancen hacia Dios hoy para volver sobre sus pasos maana, no busquen a su Salvador solo cuando los cielos sean justos, solo para abandonarlo cuando se juntan las nubes de tormenta. Cuando la estrella desaparece y se encuentran sin una gua, de inmediato hacen uso de todos los medios ordinarios que la gracia pone a su disposicin. Despus de haber pedido informacin a la gente comn se dirigen a lo grande. Consultan a los sacerdotes y a los doctores de la ley acerca del pas en el que nacer el Mesas. Se acercan incluso al tribunal de Herodes para obtener la informacin ms completa.
Es este nuestro mtodo de procedimiento cuando, habiendo perdido a Dios por nuestros pecados, formamos el deseo poco entusiasta de encontrarlo nuevamente? O cuando, al contemplarnos alejndonos de l, pensamos en acercarnos a Sus brazos protectores? En caso de duda, consultamos a los que son competentes para dirigirnos? Recurrimos a los medios ms seguros y eficaces: la oracin, las buenas obras, la confesin y la comunin? Hacemos algn esfuerzo serio para corregir nuestros malos hbitos? Evitamos las ocasiones prximas del pecado? "Si no, todos en vano protestamos que deseamos salvar nuestras almas, convertirnos, evitar el mal y hacer el bien. Solo imitando la prontitud y el coraje generoso de los Reyes Magos podremos encontrar al Salvador a quienes tan profundamente necesitamos buscar.
No menos instructivo que el mtodo en el que los Reyes Magos buscaron el Mesas fue su accin cuando se pararon en su presencia. La estrella se detuvo, no sobre un palacio real, sino sobre una cueva de establo desierta; y, al entrar, descubren a un beb dbil acostado en una cuna, evidentemente vctima de una gran pobreza, como lo son la joven madre y el padre adoptivo de mediana edad, que son sus nicos cortesanos. Contemplan al recin nacido a quien Herodes teme, a quien el Cielo seala como su Mesas. No han sido engaados? No: su fe los muestra como un Dios hecho hombre; y disfrazados de un Infante indefenso, contemplan la omnipotencia del Creador.
No guardan para s los sentimientos con los que la contemplacin del Nio los llena: expresan exteriormente esos sentimientos, arrojndose a Sus pies y ofrecindole honores divinos. "Y, arrodillndose", dice el evangelista, "lo adoraron". Cuando en nuestras iglesias y capillas, contemplamos a este mismo Dios de Beln oculto bajo el velo eucarstico, siempre lo consideramos como el amo supremo del cielo y la tierra? Nosotros, como los Sabios, lo adoramos en nuestros altares, doblamos las rodillas con reverencia ante l? El respeto humano nunca nos ha impedido edificar a nuestro prjimo dando seales externas de nuestros sentimientos interiores? Y nosotros imitamos a los Reyes Magos en ofrecerle a Nuestro Dios el triple tributo de nuestro homenaje? Abrimos nuestros tesoros y le ofrecemos nuestros dones de oro, incienso y mirra? El oro que l tendra de nosotros es un corazn inflamado de amor, una ardiente caridad manifestada en nuestras obras. El incienso que desea ver ardiendo a sus pies es el de la oracin ferviente que asciende al cielo como un perfume agradable. Y la mirra que l exige de nosotros es la mortificacin de nuestro cuerpo, mente y corazn, en el espritu de la penitencia.
Finalmente, en el procedimiento de los Reyes Magos, al salir de Beln, tenemos un ejemplo sorprendente de cmo debemos comportarnos despus de haber buscado y encontrado a Nuestro Seor en los Sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Eucarista. Habiendo recibido una orden del Cielo de no regresar a Herodes, "regresaron de otra manera a su propio pas". Ellos obedecieron la voluntad de Dios sin vacilacin, tan pronto como se rindieron a la inspiracin original que los llam desde su hogar. En cuanto a la promesa que le hicieron a Herodes, o lo que ese rey y toda Jerusaln pensaran de que rompieron su palabra, no se preocupan en absoluto. Dios ha hablado; eso es suficiente Es suyo solo para obedecer.
Para nosotros, que poseemos a Dios y su gracia santificante, el cielo nos da la misma orden: nos ordena huir de Herodes, "que busca al nio para destruirlo". Nuestro Herodes, como todos sabemos, es el mundo anatematizado por Dios; es todos los malos cristianos, es todos enemigos de Dios y de nuestra alma; es todos aquellos que con sus palabras y su ejemplo se esfuerzan por despojarnos de nuestra inocencia; los compaeros que nos han llevado al vicio; las ocasiones prximas de nuestras transgresiones pasadas.
Al igual que los viajeros ilustres cuyo ejemplo hemos estado considerando, nosotros tambin debemos evitar constantemente a este Herodes del pecado, y seguir un camino diferente del que perseguimos en los das de nuestro vagar lejos de Dios. No deberamos seguir los deseos desordenados de nuestros corazones, ni satisfacer nuestras pasiones, ni consentir ms a nuestros sentidos; sino ms bien lograr en todas partes, y siempre, la voluntad de Dios.
Solo haciendo eso - mediando de otra manera, sustituyendo la humildad por el orgullo, la mortificacin por la indulgencia, la prudencia por la imprudente exposicin al peligro, el fervor por la tibieza - podemos esperar llegar a nuestro propio pas, el reino celestial que solo los sabios habitar alguna vez.
Dentro de la Octava de la Epifana de Nuestro Seor Jesucristo - Bscalo a Dios cuando tengas la desgracia de perderlo por el pecado
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en la Santsima Virgen Mara
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La Bendicin Apostlica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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