La Voz de la trtola ha sido escuchada en nuestra tierra
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La Voz de la trtola ha sido escuchada en nuestra tierra
De un informe de Don Antonio Valeriano, un autor nativo americano del siglo XVI
(Nicon Mopohua, 12th ed., 3-9, 21)
(Nicon Mopohua, 12th ed., 3-9, 21)
Al amanecer, un sbado por la maana, en 1531, los primeros das del mes de diciembre, un indio llamado Juan Diego iba desde la aldea donde viva hasta Tlatelolco para participar en el culto divino y escuchar los mandamientos de Dios. Cuando lleg cerca del cerro llamado Tepeyac, ya haba amanecido y Juan Diego oy que alguien lo llamaba desde lo alto de la colina: "Juanito, Juan Dieguito."
Subi la colina y vio a una dama de grandeza sobrenatural cuya ropa era tan radiante como el sol. Ella le dijo con palabras amables y corteses: "Juanito, el ms humilde de mis hijos, sabe y comprende que soy la siempre virgen Mara, Madre del verdadero Dios por quien todas las cosas viven. Es mi ardiente deseo que aqu se erija una iglesia para que en ella pueda mostrar y otorgar mi amor, compasin, ayuda y proteccin a todos los que habitan en esta tierra y a aquellos que me aman, para que puedan llamar y confiar en mi. Ve al Obispo de Mxico para darle a conocer lo que realmente deseo. Ve y pon todos tus esfuerzos en esto."
Cuando Juan Diego lleg en presencia del Obispo, fray Juan de Zumrraga, un franciscano, este ltimo no pareci creerle a Juan Diego y respondi: "Ven en otro momento, y voy a escuchar a gusto."
Juan Diego regres a la cima de la colina donde la Dama Celestial estaba esperando, y l le dijo: "Mi Dama, mi doncella, present su mensaje al Obispo, pero pareca que no crea que fuera verdad. Por esta razn Te ruego que confes tu mensaje a alguien ms ilustre que pueda transmitirlo para que puedan creerlo, ya que no soy ms que un hombre insignificante."
Ella le contest: "Humilde de mis hijos, te pido que maana vuelvas a ver al Obispo y le digas que yo, la siempre virgen santa Mara, Madre de Dios, soy la que personalmente te envi".
Pero al da siguiente, domingo, el obispo nuevamente no le crey a Juan Diego y le dijo que era necesario algn letrero para poder creer que fue la misma Dama Celestial quien lo envi. Y luego despidi a Juan Diego.
El lunes, Juan Diego no regres. Su to, Juan Bernardino, se puso muy enfermo, y por la noche le pidi a Juan que fuera a Tlatelolco al amanecer para llamar a un sacerdote y escuchar su confesin.
Juan Diego parti el martes, pero rode la colina y pas por el otro lado, hacia el este, para llegar rpidamente a la ciudad de Mxico y evitar ser detenido por la Dama Celestial. Pero ella sali a su encuentro en ese lado de la colina y le dijo: "Escucha y comprende, mi hijo ms humilde. No hay nada que te asuste y te angustie. No dejes que tu corazn se preocupe, y no dejes que nada te moleste. No soy yo, tu madre, quien est aqu? No ests bajo mi proteccin? No ests, afortunadamente, a mi cuidado? No permitas que la enfermedad de tu to te angustie. Es cierto que ya se ha curado. Vete a la colina, hijo mo, donde encontrars flores de diversos tipos. Crtalas y trelas a mi presencia."
Cuando Juan Diego lleg al pico, se asombr de que tantas rosas castellanas hubieran estallado en un momento en que la escarcha era severa. l llev las rosas en los pliegues de su tilma (manto) a la Dama celestial. Ella le dijo: "Hijo mo, esta es la prueba y el letrero que le presentars al obispo para que vea mi voluntad. Eres mi embajador, muy digno de confianza".
Juan Diego se puso en camino, ahora contento y seguro de tener xito. Al llegar a la presencia del obispo, l le dijo: "Mi seor, hice lo que me pidi. La Dama celestial cumpli con su pedido y lo cumpli. Me envi a la cima de la colina para cortar algunas rosas castellanas y me dijo que las trajera a en persona. Y esto estoy haciendo, para que pueda ver en ellas la seal que busca para llevar a cabo su voluntad. Aqu estn, recbelas."
Inmediatamente abri su manto blanco, y cuando todas las diferentes rosas de Castilla se esparcieron por el suelo, se dibuj en la capa y de repente apareci la imagen preciosa de la siempre virgen Mara, Madre de Dios, de la misma manera que es hoy y se guarda en su santuario de Tepeyac.
Toda la ciudad se conmovi y vino a ver y admirar su imagen venerable y ofrecerle oraciones; y siguiendo el mandato que la misma Dama Celestial le dio a Juan Bernardino cuando lo restaur a la salud, la llamaron por el nombre que ella misma haba usado: "la Siempre Virgen Santa Mara de Guadalupe".
La Voz de la trtola ha sido escuchada en nuestra tierra
De un informe de Don Antonio Valeriano, un autor nativo americano del siglo XVI
(Nicon Mopohua, 12th ed., 3-9, 21)
(Nicon Mopohua, 12th ed., 3-9, 21)
Al amanecer, un sbado por la maana, en 1531, los primeros das del mes de diciembre, un indio llamado Juan Diego iba desde la aldea donde viva hasta Tlatelolco para participar en el culto divino y escuchar los mandamientos de Dios. Cuando lleg cerca del cerro llamado Tepeyac, ya haba amanecido y Juan Diego oy que alguien lo llamaba desde lo alto de la colina: "Juanito, Juan Dieguito."
Subi la colina y vio a una dama de grandeza sobrenatural cuya ropa era tan radiante como el sol. Ella le dijo con palabras amables y corteses: "Juanito, el ms humilde de mis hijos, sabe y comprende que soy la siempre virgen Mara, Madre del verdadero Dios por quien todas las cosas viven. Es mi ardiente deseo que aqu se erija una iglesia para que en ella pueda mostrar y otorgar mi amor, compasin, ayuda y proteccin a todos los que habitan en esta tierra y a aquellos que me aman, para que puedan llamar y confiar en mi. Ve al Obispo de Mxico para darle a conocer lo que realmente deseo. Ve y pon todos tus esfuerzos en esto."
Cuando Juan Diego lleg en presencia del Obispo, fray Juan de Zumrraga, un franciscano, este ltimo no pareci creerle a Juan Diego y respondi: "Ven en otro momento, y voy a escuchar a gusto."
Juan Diego regres a la cima de la colina donde la Dama Celestial estaba esperando, y l le dijo: "Mi Dama, mi doncella, present su mensaje al Obispo, pero pareca que no crea que fuera verdad. Por esta razn Te ruego que confes tu mensaje a alguien ms ilustre que pueda transmitirlo para que puedan creerlo, ya que no soy ms que un hombre insignificante."
Ella le contest: "Humilde de mis hijos, te pido que maana vuelvas a ver al Obispo y le digas que yo, la siempre virgen santa Mara, Madre de Dios, soy la que personalmente te envi".
Pero al da siguiente, domingo, el obispo nuevamente no le crey a Juan Diego y le dijo que era necesario algn letrero para poder creer que fue la misma Dama Celestial quien lo envi. Y luego despidi a Juan Diego.
El lunes, Juan Diego no regres. Su to, Juan Bernardino, se puso muy enfermo, y por la noche le pidi a Juan que fuera a Tlatelolco al amanecer para llamar a un sacerdote y escuchar su confesin.
Juan Diego parti el martes, pero rode la colina y pas por el otro lado, hacia el este, para llegar rpidamente a la ciudad de Mxico y evitar ser detenido por la Dama Celestial. Pero ella sali a su encuentro en ese lado de la colina y le dijo: "Escucha y comprende, mi hijo ms humilde. No hay nada que te asuste y te angustie. No dejes que tu corazn se preocupe, y no dejes que nada te moleste. No soy yo, tu madre, quien est aqu? No ests bajo mi proteccin? No ests, afortunadamente, a mi cuidado? No permitas que la enfermedad de tu to te angustie. Es cierto que ya se ha curado. Vete a la colina, hijo mo, donde encontrars flores de diversos tipos. Crtalas y trelas a mi presencia."
Cuando Juan Diego lleg al pico, se asombr de que tantas rosas castellanas hubieran estallado en un momento en que la escarcha era severa. l llev las rosas en los pliegues de su tilma (manto) a la Dama celestial. Ella le dijo: "Hijo mo, esta es la prueba y el letrero que le presentars al obispo para que vea mi voluntad. Eres mi embajador, muy digno de confianza".
Juan Diego se puso en camino, ahora contento y seguro de tener xito. Al llegar a la presencia del obispo, l le dijo: "Mi seor, hice lo que me pidi. La Dama celestial cumpli con su pedido y lo cumpli. Me envi a la cima de la colina para cortar algunas rosas castellanas y me dijo que las trajera a en persona. Y esto estoy haciendo, para que pueda ver en ellas la seal que busca para llevar a cabo su voluntad. Aqu estn, recbelas."
Inmediatamente abri su manto blanco, y cuando todas las diferentes rosas de Castilla se esparcieron por el suelo, se dibuj en la capa y de repente apareci la imagen preciosa de la siempre virgen Mara, Madre de Dios, de la misma manera que es hoy y se guarda en su santuario de Tepeyac.
Toda la ciudad se conmovi y vino a ver y admirar su imagen venerable y ofrecerle oraciones; y siguiendo el mandato que la misma Dama Celestial le dio a Juan Bernardino cuando lo restaur a la salud, la llamaron por el nombre que ella misma haba usado: "la Siempre Virgen Santa Mara de Guadalupe".
12 de Diciembre - La Siempre Virgen Santa Mara de Guadalupe - La Voz de la trtola ha sido escuchada en nuestra tierra - Extracto de Nicon Mopohua
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