Cristo Jesús, un rey diferente - Rey del corazón humano
Cristo Jesús, un rey diferente - Rey del corazón humano

Ventana: taller de Franz Borgias Mayer (1848-1926); Foto: Andreas Praefcke;
Fiesta de Cristo Rey
Homilía del Padre John Tokaz, O.F.M., Cap. basado en el Evangelio según San Mateo 25: 31-46, en
la Vigilia de la Fiesta de Cristo Rey en la parroquia de María Inmaculada de Lourdes, Newton,
Massachusetts; 25 de Noviembre, 2017
No sé de ustedes, pero cuando yo pienso en la realeza, pienso básicamente en tres cosas: el poder, las posesiones y el privilegio. Nosotros los estadounidenses no estamos muy familiarizados con la realeza. No es parte de nuestra tradición. Como cuestión de hecho, rechazamos la realeza como nación, en el siglo XVIII, en nuestra revolución. Entonces, la realeza es un poco extraña para nosotros. Pero, en términos generales, cuando pensamos en la realeza, creo que pensamos en personas que tienen un lugar especial en la sociedad; tienen recursos especiales a su disposición, y las personas los tratan de una manera especial. En resumen, son privilegiados.
Hoy, como iglesia en todo el mundo, celebraremos a Cristo como nuestro Rey y al hacerlo, tal vez, la primera tentación será tal vez pensar en Cristo bajo esas categorías de las que le damos abasto a otras personas reales: poder, posesiones, privilegio.
Sin embargo, Jesucristo es un tipo de rey muy diferente. Y el reino de Jesucristo y su realeza no tiene absolutamente nada que ver con el poder terrenal, las posesiones o el privilegio.
Celebramos a un rey que nació en un establo, un granero. Celebramos a un rey que trabajó con el sudor de su frente y la fuerza de sus manos durante décadas, como carpintero. Celebramos a un rey que nunca llegó a un grado superior de aprendizaje. Y celebramos a un rey que, al final de su vida, llevaba una corona; no de oro, sino una corona de espinas: una corona de dolor que Él sufrió y aceptó, para todos. Celebramos a un rey que murió como un delincuente común, en el Gólgota. Esta no es la forma en que usualmente retratamos a la realeza. ¡Y eso es porque, Jesucristo, nuestro Rey, ¡es el Rey del corazón humano!
El corazón humano: ahí es donde Jesucristo encuentra su trono de victoria. Ahí es donde Jesucristo está entronizado en su gloria suprema, cuando Jesucristo tiene un lugar en su corazón y en mi corazón. Ese es el reino de Dios. ¡Ese es su reino! Y su trono en nuestro corazón es un trono de amor y caridad. No de gemas preciosas y oro, sino de amor y caridad.
Y cuando tú y yo ponemos en nuestros corazones las virtudes del amor, la caridad, la paciencia, la misericordia y el perdón, construimos los tronos en nuestros corazones con Jesucristo, nuestro Rey, que puede sentarse y permanecer y continuar su trabajo en este mundo: el trabajo de misericordia y caridad y amor a través de nosotros. Y cuando eso sucede, su gloria real es evidente. Se manifiesta para el mundo entero.
El evangelio que la Iglesia nos dá esta noche lo explica muy, muy bien. Cuando en verdad, este mundo y la tierra como la conocemos se mueren, se establece un nuevo cielo y una nueva tierra. Y cuando Jesucristo venga de nuevo en gloria, sus preguntas para nosotros, tanto vivos como muertos en ese momento, serán preguntas: no sobre teología, ni sobre las ciencias del conocimiento humano, sino más bien, sobre la caridad.
¿Cuidaste a las personas cuando tenían hambre? ¿Cuidaste a las personas cuando tenían sed? ¿Cuidaste a las personas cuando no tenían nada, ni siquiera nada para ponerse? ¿Fuiste caritativos con ellos? ¿Visitaste a aquellos que estaban al borde de la sociedad? ¿Visitaste a aquellos que estaban al borde de la vida, aquellos que estaban enfermos? Esas son las preguntas que nuestro rey de la caridad, el rey de nuestros corazones, de cada uno de nosotros, cuando vuelva, lo preguntará: todo depende de la caridad. Nuestra salvación, nuestra salvación eterna depende de nuestra habilidad, en esta vida, mientras estamos en esta tierra, de extender todas estas bellas virtudes que pertenecen a Jesucristo mismo, al mundo.
No habrá más preguntas que preguntas sobre cuán caritativas, cuán misericordiosas, cuán pacientes y comprendidos fuimos los unos para las otros y, especialmente, para los pobres y necesitados: los que son espiritualmente pobres, físicamente pobres, mentalmente pobres, religiosamente pobres, intelectualmente pobres. Y eso es porque el reino de Jesucristo y la realeza de Jesucristo tiene que ver con el corazón humano, y cómo sacar lo mejor de la persona humana a diario, lo mejor que Dios ya nos ha dado, y cómo extender eso al mundo tal como lo hizo cuando estaba en nuestro mundo.
Este es un rey muy diferente. Un rey que no tiene ninguna preocupación por el poder, por privilegios o posesiones. En vez, este es un rey que tiene una profunda preocupación por el corazón humano y la persona humana, y la capacidad que cada uno de nosotros posee para amar y ser amado.
Hoy celebramos el año pasado en el calendario de nuestra Iglesia y entramos en Adviento la próxima semana. Es hora de mirar dentro de nuestros corazones. Es hora de hacernos esta pregunta: ¿He preparado el único trono en mi corazón para que Jesucristo se sienta cómodo permaneciendo allí? ¿He preparado un corazón, una morada para Jesucristo, de caridad, de tolerancia, de comprensión, de paciencia, de generosidad y de amor? Y si usted y yo podemos responder "sí" a esas preguntas, entonces, ¡si! - nos salvaremos.
Fiesta de Cristo Rey
Homilía del Padre John Tokaz, O.F.M., Cap. basado en el Evangelio según San Mateo 25: 31-46, en
la Vigilia de la Fiesta de Cristo Rey en la parroquia de María Inmaculada de Lourdes, Newton,
Massachusetts; 25 de Noviembre, 2017
No sé de ustedes, pero cuando yo pienso en la realeza, pienso básicamente en tres cosas: el poder, las posesiones y el privilegio. Nosotros los estadounidenses no estamos muy familiarizados con la realeza. No es parte de nuestra tradición. Como cuestión de hecho, rechazamos la realeza como nación, en el siglo XVIII, en nuestra revolución. Entonces, la realeza es un poco extraña para nosotros. Pero, en términos generales, cuando pensamos en la realeza, creo que pensamos en personas que tienen un lugar especial en la sociedad; tienen recursos especiales a su disposición, y las personas los tratan de una manera especial. En resumen, son privilegiados.
Hoy, como iglesia en todo el mundo, celebraremos a Cristo como nuestro Rey y al hacerlo, tal vez, la primera tentación será tal vez pensar en Cristo bajo esas categorías de las que le damos abasto a otras personas reales: poder, posesiones, privilegio.
Sin embargo, Jesucristo es un tipo de rey muy diferente. Y el reino de Jesucristo y su realeza no tiene absolutamente nada que ver con el poder terrenal, las posesiones o el privilegio.
Celebramos a un rey que nació en un establo, un granero. Celebramos a un rey que trabajó con el sudor de su frente y la fuerza de sus manos durante décadas, como carpintero. Celebramos a un rey que nunca llegó a un grado superior de aprendizaje. Y celebramos a un rey que, al final de su vida, llevaba una corona; no de oro, sino una corona de espinas: una corona de dolor que Él sufrió y aceptó, para todos. Celebramos a un rey que murió como un delincuente común, en el Gólgota. Esta no es la forma en que usualmente retratamos a la realeza. ¡Y eso es porque, Jesucristo, nuestro Rey, ¡es el Rey del corazón humano!
El corazón humano: ahí es donde Jesucristo encuentra su trono de victoria. Ahí es donde Jesucristo está entronizado en su gloria suprema, cuando Jesucristo tiene un lugar en su corazón y en mi corazón. Ese es el reino de Dios. ¡Ese es su reino! Y su trono en nuestro corazón es un trono de amor y caridad. No de gemas preciosas y oro, sino de amor y caridad.
Y cuando tú y yo ponemos en nuestros corazones las virtudes del amor, la caridad, la paciencia, la misericordia y el perdón, construimos los tronos en nuestros corazones con Jesucristo, nuestro Rey, que puede sentarse y permanecer y continuar su trabajo en este mundo: el trabajo de misericordia y caridad y amor a través de nosotros. Y cuando eso sucede, su gloria real es evidente. Se manifiesta para el mundo entero.
El evangelio que la Iglesia nos dá esta noche lo explica muy, muy bien. Cuando en verdad, este mundo y la tierra como la conocemos se mueren, se establece un nuevo cielo y una nueva tierra. Y cuando Jesucristo venga de nuevo en gloria, sus preguntas para nosotros, tanto vivos como muertos en ese momento, serán preguntas: no sobre teología, ni sobre las ciencias del conocimiento humano, sino más bien, sobre la caridad.
¿Cuidaste a las personas cuando tenían hambre? ¿Cuidaste a las personas cuando tenían sed? ¿Cuidaste a las personas cuando no tenían nada, ni siquiera nada para ponerse? ¿Fuiste caritativos con ellos? ¿Visitaste a aquellos que estaban al borde de la sociedad? ¿Visitaste a aquellos que estaban al borde de la vida, aquellos que estaban enfermos? Esas son las preguntas que nuestro rey de la caridad, el rey de nuestros corazones, de cada uno de nosotros, cuando vuelva, lo preguntará: todo depende de la caridad. Nuestra salvación, nuestra salvación eterna depende de nuestra habilidad, en esta vida, mientras estamos en esta tierra, de extender todas estas bellas virtudes que pertenecen a Jesucristo mismo, al mundo.
No habrá más preguntas que preguntas sobre cuán caritativas, cuán misericordiosas, cuán pacientes y comprendidos fuimos los unos para las otros y, especialmente, para los pobres y necesitados: los que son espiritualmente pobres, físicamente pobres, mentalmente pobres, religiosamente pobres, intelectualmente pobres. Y eso es porque el reino de Jesucristo y la realeza de Jesucristo tiene que ver con el corazón humano, y cómo sacar lo mejor de la persona humana a diario, lo mejor que Dios ya nos ha dado, y cómo extender eso al mundo tal como lo hizo cuando estaba en nuestro mundo.
Este es un rey muy diferente. Un rey que no tiene ninguna preocupación por el poder, por privilegios o posesiones. En vez, este es un rey que tiene una profunda preocupación por el corazón humano y la persona humana, y la capacidad que cada uno de nosotros posee para amar y ser amado.
Hoy celebramos el año pasado en el calendario de nuestra Iglesia y entramos en Adviento la próxima semana. Es hora de mirar dentro de nuestros corazones. Es hora de hacernos esta pregunta: ¿He preparado el único trono en mi corazón para que Jesucristo se sienta cómodo permaneciendo allí? ¿He preparado un corazón, una morada para Jesucristo, de caridad, de tolerancia, de comprensión, de paciencia, de generosidad y de amor? Y si usted y yo podemos responder "sí" a esas preguntas, entonces, ¡si! - nos salvaremos.
November 25, 2017 - Vigilia de la fiesta de Cristo Rey - Cristo Jesús, un rey diferente - Rey del corazón humano; de una homilía del Padre Juan Tokaz, O.F.M., Cap.
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La Bendición Apostólica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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