San Eustaquio, su esposa y sus hijos - tomen dispuesto de la Mano de Dios todos los juicios
San Eustaquio, Su Esposa e Hijos, Mrtires
de Padre Francisco Javier Weninger, 1876
La vida de San Eustaquio es tan maravillosa, que hay algunos que la consideran una leyenda piadosa, ms que una verdadera biografa. La razn de esto es que no observan cun milagrosamente el Seor acta a menudo con sus santos, y por qu caminos inusuales los conduce al fin que l les ha preparado. La Sagrada Escritura nos da ms de un ejemplo de esto, como en Jos, hijo del patriarca Jacob, y en David. Las vidas de estos muestran claramente que no debemos dudar de una historia porque contiene muchos acontecimientos asombrosos, especialmente si se demuestra por indiscutibles testimonios antiguos. Como poseemos estos con respecto a la siguiente historia, no vacilamos en ponerla ante nuestros lectores.
San Eustaquio naci y se educ en el paganismo; su nombre, antes de ser bautizado, era Plcido. Busc la gloria en las hazaas militares, y dio, bajo los emperadores romanos, tantas pruebas de su rol como general, que se hizo muy distinguido, y poco a poco se elev a la dignidad de un comandante en jefe. No tena ninguno de los vicios habituales de los paganos, sino que, por el contrario, se comportaba muy dignamente. Cuando no estaba en el campo, pasaba su tiempo en la caza. Un da, mientras persegua un ciervo grande, de repente este se volvi y se detuvo. Plcido se asombr al ver entre sus astas un Crucifijo, rodeado de una luz brillante, y or de su boca las mismas palabras que nuestro Seor haba hablado a Sal, perseguidor de los primeros cristianos: "Plcido, por qu me persigues? Yo soy Jess, que muri por amor de ti y que te salvar." Plcido, sorprendido, se arrodill y dijo: "Qu quieres que haga?" "Ve a la ciudad", fue la respuesta; "buscad sacerdote y sed bautizados, con vuestra mujer e hijos; y luego regresa aqu."
Plcido obedeci la voz celestial, entr en la ciudad, busc y encontr a un sacerdote que lo instruy y bautiz, a su esposa y a sus dos hijos. Plcido recibi en el bautismo el nombre de Eustaquio; su esposa, que se haba llamado Tatiana, se llam Theopista; el hijo mayor, Agapio, y el menor, Teopisto. Despus de esto, Eustaquio regres al bosque, orando humildemente para que Dios hiciera conocer su santa voluntad. El Salvador le apareci como antes, diciendo: "Hiciste bien; has sido obediente. Ahora, siendo cristiano, preparate a sufrir. Se acerca una gran lucha; pero no temis. Sed constante. Te doy la seguridad de mi ayuda y te prometo la corona de la gloria eterna." Eustaquio, aunque al principio se asust ante estas palabras, se someti a la voluntad divina, sabiendo que el Todopoderoso estara con l. Su esposa y sus hijos entraron en los mismos sentimientos, cuando les cont lo que le haba ocurrido; y todos ellos resolvieron tomar voluntariamente de la mano de Dios: todas las pruebas con las cuales l podra ser complaciente para cargarlos.
La ocasin para mostrar su fidelidad pronto se present. Por enfermedad e infortunio, Eustaquio se hizo tan pobre, que se vio obligado secretamente a abandonar la ciudad con su familia; y l determin ir a Egipto, como l no era conocido all. Cuando ya estaban a bordo de la nave en la que iban a hacer el viaje, el dueo de la misma, mirando a Teopista, orden que la pusieran de nuevo a la orilla, mientras que la nave, a pesar de todas las protestas de Eustaquio, zarp. Teopista permaneci en el poder del hombre impo, pero el Todopoderoso no le permiti ser herida; porque tan pronto l la haba echado mano, Dios lo castig con una muerte repentina, y as Teopista fue liberada.
Mientras tanto, Eustaquio continu su viaje triste y peligroso, profundamente afligido por la prdida de su esposa. Al fin, felizmente lleg a la tierra con sus hijos, pero a una distancia considerable del lugar de su destino. En su camino, llegaron a un ro, donde no encontraron ni puente ni buque para llevarlos a la orilla opuesta. Despus de una larga deliberacin, Eustaquio decidi llevar un hijo tras otro sobre el agua. Tomando al primero, lo llev felizmente al lado opuesto; pero cuando regres por el segundo y ya haba llegado a la mitad de la corriente, a su indescriptible angustia, vio a un len llevarse a su hijo. Viendo que cualquier intento de rescate sera una locura, se volvi para volver a su otro hijo, pero antes de que pudiera llegar a l, otra bestia salvaje lo agarr tambin y lo arrastr al bosque. All estaba Eustaquio, una vez tan prspero, sin esposa, sin hijos, solo, sin ayuda humana, en una tierra extraa. El hroe cristiano, sin embargo, record las palabras de su Salvador, y enterrando su pena en su corazn, se someti a la Divina Providencia.
San Eustaquio, Su Esposa e Hijos, Mrtires
de Padre Francisco Javier Weninger, 1876
La vida de San Eustaquio es tan maravillosa, que hay algunos que la consideran una leyenda piadosa, ms que una verdadera biografa. La razn de esto es que no observan cun milagrosamente el Seor acta a menudo con sus santos, y por qu caminos inusuales los conduce al fin que l les ha preparado. La Sagrada Escritura nos da ms de un ejemplo de esto, como en Jos, hijo del patriarca Jacob, y en David. Las vidas de estos muestran claramente que no debemos dudar de una historia porque contiene muchos acontecimientos asombrosos, especialmente si se demuestra por indiscutibles testimonios antiguos. Como poseemos estos con respecto a la siguiente historia, no vacilamos en ponerla ante nuestros lectores.
San Eustaquio naci y se educ en el paganismo; su nombre, antes de ser bautizado, era Plcido. Busc la gloria en las hazaas militares, y dio, bajo los emperadores romanos, tantas pruebas de su rol como general, que se hizo muy distinguido, y poco a poco se elev a la dignidad de un comandante en jefe. No tena ninguno de los vicios habituales de los paganos, sino que, por el contrario, se comportaba muy dignamente. Cuando no estaba en el campo, pasaba su tiempo en la caza. Un da, mientras persegua un ciervo grande, de repente este se volvi y se detuvo. Plcido se asombr al ver entre sus astas un Crucifijo, rodeado de una luz brillante, y or de su boca las mismas palabras que nuestro Seor haba hablado a Sal, perseguidor de los primeros cristianos: "Plcido, por qu me persigues? Yo soy Jess, que muri por amor de ti y que te salvar." Plcido, sorprendido, se arrodill y dijo: "Qu quieres que haga?" "Ve a la ciudad", fue la respuesta; "buscad sacerdote y sed bautizados, con vuestra mujer e hijos; y luego regresa aqu."
Plcido obedeci la voz celestial, entr en la ciudad, busc y encontr a un sacerdote que lo instruy y bautiz, a su esposa y a sus dos hijos. Plcido recibi en el bautismo el nombre de Eustaquio; su esposa, que se haba llamado Tatiana, se llam Theopista; el hijo mayor, Agapio, y el menor, Teopisto. Despus de esto, Eustaquio regres al bosque, orando humildemente para que Dios hiciera conocer su santa voluntad. El Salvador le apareci como antes, diciendo: "Hiciste bien; has sido obediente. Ahora, siendo cristiano, preparate a sufrir. Se acerca una gran lucha; pero no temis. Sed constante. Te doy la seguridad de mi ayuda y te prometo la corona de la gloria eterna." Eustaquio, aunque al principio se asust ante estas palabras, se someti a la voluntad divina, sabiendo que el Todopoderoso estara con l. Su esposa y sus hijos entraron en los mismos sentimientos, cuando les cont lo que le haba ocurrido; y todos ellos resolvieron tomar voluntariamente de la mano de Dios: todas las pruebas con las cuales l podra ser complaciente para cargarlos.
La ocasin para mostrar su fidelidad pronto se present. Por enfermedad e infortunio, Eustaquio se hizo tan pobre, que se vio obligado secretamente a abandonar la ciudad con su familia; y l determin ir a Egipto, como l no era conocido all. Cuando ya estaban a bordo de la nave en la que iban a hacer el viaje, el dueo de la misma, mirando a Teopista, orden que la pusieran de nuevo a la orilla, mientras que la nave, a pesar de todas las protestas de Eustaquio, zarp. Teopista permaneci en el poder del hombre impo, pero el Todopoderoso no le permiti ser herida; porque tan pronto l la haba echado mano, Dios lo castig con una muerte repentina, y as Teopista fue liberada.
Mientras tanto, Eustaquio continu su viaje triste y peligroso, profundamente afligido por la prdida de su esposa. Al fin, felizmente lleg a la tierra con sus hijos, pero a una distancia considerable del lugar de su destino. En su camino, llegaron a un ro, donde no encontraron ni puente ni buque para llevarlos a la orilla opuesta. Despus de una larga deliberacin, Eustaquio decidi llevar un hijo tras otro sobre el agua. Tomando al primero, lo llev felizmente al lado opuesto; pero cuando regres por el segundo y ya haba llegado a la mitad de la corriente, a su indescriptible angustia, vio a un len llevarse a su hijo. Viendo que cualquier intento de rescate sera una locura, se volvi para volver a su otro hijo, pero antes de que pudiera llegar a l, otra bestia salvaje lo agarr tambin y lo arrastr al bosque. All estaba Eustaquio, una vez tan prspero, sin esposa, sin hijos, solo, sin ayuda humana, en una tierra extraa. El hroe cristiano, sin embargo, record las palabras de su Salvador, y enterrando su pena en su corazn, se someti a la Divina Providencia.
No sabiendo qu hacer para su sustento, se contrat a un campesino y lo sirvi, no sin muchas luchas internas, durante quince largos aos. Al final de estos quince aos, el enemigo invadi Italia, y el emperador Adrin, recordando a su valiente general Plcido, lo busc por todas partes. Lo encontraron por fin y lo llevaron al emperador, quien lo nombr comandante en jefe de todo el ejrcito, y le orden marchar contra el enemigo. Eustaquio obedeci el mandamiento; march en nombre del Seor los ejrcitos contra el enemigo, los conquist y volvi, cargado con ricos despojos a Roma. Mientras estaba en su marcha de regreso, acamp una vez cerca de un pueblo al que sus soldados iban con frecuencia; y fue aqu que Dios dise reunir al hroe cristiano Eustaquio con su esposo y sus dos hijos, a quienes haba pensado durante mucho tiempo perdidos para siempre. Ambos hijos sirvieron como soldados y estaban en el mismo ejrcito que ahora estaba volviendo a Roma. Pero no se conocan.
Un da, mientras ambos iban a cenar con algunos de sus compaeros ante la puerta de una casa del pueblo, comenzaron a hablar de su vida pasada. Uno de los hermanos dijo: "Yo soy el hijo de un gran general, que huy con mi madre, mi hermano y yo de su casa. Lo que se hizo de mi madre no lo s; pero recuerdo bien que mi padre, cuando llegamos a un arroyo, llev a mi hermano por encima de l, dejndome en la orilla con la intencin de volver por m. Mientras tanto, un len vino y me llev. Lo ms seguro que me habra devorado, si algunos pastores no me hubieran rescatado. Me qued con ellos y, con el transcurso del tiempo, me convert en soldado." El otro relat que un lobo lo haba agarrado mientras estaba sentado cerca de un ro; y como se haba quedado con los campesinos que lo haban salvado, hasta que estall la guerra, cuando se haba unido al ejrcito. Mientras hablaban, los dos se miraron, y uno reconoci en el otro su propio hermano. Se abrazaron y lloraron lgrimas de alegra. Teopista, su madre, serva en la misma casa delante de la puerta de la cual estaban sentados los hermanos. Ella oy todo lo que dijeron, y concluy que deban ser sus hijos. Al acercarse a ellos, los mir de cerca, y viendo ciertas marcas por las que no poda dejar de reconocerlos, cay sobre sus cuellos y, mientras los presionaba contra su corazn, dijo, en medio de un torrente de lgrimas, que ella era su madre.
Despus de esto, fueron a Eustaquio, el comandante, para decirle lo que acababa de suceder y pedirle permiso para ir a Roma, su lugar natal. Sin embargo, apenas haba comenzado su historia, cuando se reconocieron, y las palabras no describen la felicidad de esa reunin. Todos, con voces alegres, alabaron y bendijeron el poder de la Providencia, que los haba unido tan maravillosamente, y contra toda esperanza, haba reunido padres e hijos. El ejrcito sigui su camino de vuelta a casa, y Eustaquio, su esposo e hijos, regresaron a Roma. El lder victorioso fue recibido en medio de las alegras del pueblo y con cada manifestacin de honor. El emperador, que atribua a los dioses la victoria que su ejrcito haba ganado sobre el enemigo, design un da de accin de gracias, cuando se les ofrecieran grandes sacrificios. Se orden a todos los oficiales del estado y del ejrcito que participaran en el rito solemne. Lleg el da, y de todos los que se les haba ordenado estar presentes, slo Eustaquio estaba ausente. El Emperador dese saber la razn y envi un mensajero a Eustaquio, quien le respondi que, siendo cristiano, no poda participar en un sacrificio pagano. Enfurecido por esto, el Emperador orden inmediatamente que Eustaquio, su esposa y sus hijos, fueran encarcelados.
Despus, trat con amabilidad y promesas de ganar a Eustaquio para adorar a los dioses, pero cuando encontr que todo era en vano, los hech, junto con su esposa e hijos, delante de los leones. Estos, sin embargo, olvidaron su crueldad y, acostados a los pies de los santos confesores, no les hacieron dao. Adrian, ms cruel que las bestias salvajes de la selva, orden al Santo, a su santa esposa y a sus fieles hijos, que los arrojara a un inmenso toro de bronce que se pona rojo. La sentencia inhumana fue ejecutada. Los santos mrtires, por el poder Divino, permanecieron vivos durante tres das, alabando y bendiciendo al gran Dador de vida y muerte. Por fin, cuando cesaron sus voces, se abri el toro, y los cuatro se encontraron sin vida, pero tambin sin ningn dao a sus cuerpos o vestidos. Este glorioso martirio tuvo lugar en el ao 120.
No sabiendo qu hacer para su sustento, se contrat a un campesino y lo sirvi, no sin muchas luchas internas, durante quince largos aos. Al final de estos quince aos, el enemigo invadi Italia, y el emperador Adrin, recordando a su valiente general Plcido, lo busc por todas partes. Lo encontraron por fin y lo llevaron al emperador, quien lo nombr comandante en jefe de todo el ejrcito, y le orden marchar contra el enemigo. Eustaquio obedeci el mandamiento; march en nombre del Seor los ejrcitos contra el enemigo, los conquist y volvi, cargado con ricos despojos a Roma. Mientras estaba en su marcha de regreso, acamp una vez cerca de un pueblo al que sus soldados iban con frecuencia; y fue aqu que Dios dise reunir al hroe cristiano Eustaquio con su esposo y sus dos hijos, a quienes haba pensado durante mucho tiempo perdidos para siempre. Ambos hijos sirvieron como soldados y estaban en el mismo ejrcito que ahora estaba volviendo a Roma. Pero no se conocan.
Un da, mientras ambos iban a cenar con algunos de sus compaeros ante la puerta de una casa del pueblo, comenzaron a hablar de su vida pasada. Uno de los hermanos dijo: "Yo soy el hijo de un gran general, que huy con mi madre, mi hermano y yo de su casa. Lo que se hizo de mi madre no lo s; pero recuerdo bien que mi padre, cuando llegamos a un arroyo, llev a mi hermano por encima de l, dejndome en la orilla con la intencin de volver por m. Mientras tanto, un len vino y me llev. Lo ms seguro que me habra devorado, si algunos pastores no me hubieran rescatado. Me qued con ellos y, con el transcurso del tiempo, me convert en soldado." El otro relat que un lobo lo haba agarrado mientras estaba sentado cerca de un ro; y como se haba quedado con los campesinos que lo haban salvado, hasta que estall la guerra, cuando se haba unido al ejrcito. Mientras hablaban, los dos se miraron, y uno reconoci en el otro su propio hermano. Se abrazaron y lloraron lgrimas de alegra. Teopista, su madre, serva en la misma casa delante de la puerta de la cual estaban sentados los hermanos. Ella oy todo lo que dijeron, y concluy que deban ser sus hijos. Al acercarse a ellos, los mir de cerca, y viendo ciertas marcas por las que no poda dejar de reconocerlos, cay sobre sus cuellos y, mientras los presionaba contra su corazn, dijo, en medio de un torrente de lgrimas, que ella era su madre.
Despus de esto, fueron a Eustaquio, el comandante, para decirle lo que acababa de suceder y pedirle permiso para ir a Roma, su lugar natal. Sin embargo, apenas haba comenzado su historia, cuando se reconocieron, y las palabras no describen la felicidad de esa reunin. Todos, con voces alegres, alabaron y bendijeron el poder de la Providencia, que los haba unido tan maravillosamente, y contra toda esperanza, haba reunido padres e hijos. El ejrcito sigui su camino de vuelta a casa, y Eustaquio, su esposo e hijos, regresaron a Roma. El lder victorioso fue recibido en medio de las alegras del pueblo y con cada manifestacin de honor. El emperador, que atribua a los dioses la victoria que su ejrcito haba ganado sobre el enemigo, design un da de accin de gracias, cuando se les ofrecieran grandes sacrificios. Se orden a todos los oficiales del estado y del ejrcito que participaran en el rito solemne. Lleg el da, y de todos los que se les haba ordenado estar presentes, slo Eustaquio estaba ausente. El Emperador dese saber la razn y envi un mensajero a Eustaquio, quien le respondi que, siendo cristiano, no poda participar en un sacrificio pagano. Enfurecido por esto, el Emperador orden inmediatamente que Eustaquio, su esposa y sus hijos, fueran encarcelados.
Despus, trat con amabilidad y promesas de ganar a Eustaquio para adorar a los dioses, pero cuando encontr que todo era en vano, los hech, junto con su esposa e hijos, delante de los leones. Estos, sin embargo, olvidaron su crueldad y, acostados a los pies de los santos confesores, no les hacieron dao. Adrian, ms cruel que las bestias salvajes de la selva, orden al Santo, a su santa esposa y a sus fieles hijos, que los arrojara a un inmenso toro de bronce que se pona rojo. La sentencia inhumana fue ejecutada. Los santos mrtires, por el poder Divino, permanecieron vivos durante tres das, alabando y bendiciendo al gran Dador de vida y muerte. Por fin, cuando cesaron sus voces, se abri el toro, y los cuatro se encontraron sin vida, pero tambin sin ningn dao a sus cuerpos o vestidos. Este glorioso martirio tuvo lugar en el ao 120.
CONSIDERACIONES PRCTICAS
I. "Por qu me persigues?" Yo soy Jess, que muri de amor a ti, y que te salvar ". Estas palabras son las que San Eustaquio oy de los labios del Salvador crucificado. Si Cristo le hiciera la misma pregunta, cul sera su respuesta? He aqu, persigues a Cristo tan a menudo como te vuelves culpable de pecado. Por qu lo haces? Por qu cometes pecado? Te ha equivocado tu Jess? Ah! l muri por amor a ti, y l desea tu salvacin. Por qu lo has ofendido tanto y tan profundamente? Acaso lo has hecho porque esperabas ganar por el pecado un reino, o todas las riquezas, honores y placeres que el mundo contiene? Ni siquiera estos debieron haber sido suficientes para hacerte ofender a tu Dios. Pero no esperabas tanto. Por qu, por lo tanto? Habla la verdad: por qu has ofendido al Todopoderoso? Dios se quej, por el profeta Ezequiel, de la siguiente manera: "Y me violaron en medio de mi pueblo, por un puado de cebada y un pedazo de pan" (Ezequiel, XIII); es decir, para algo que no tiene valor, para un beneficio temporal; por una sensualidad despreciable; por un breve placer en el pecado. No es esto lo que habis buscado por el pecado, y por el cual ofendiste a vuestro Jess? Pero puedes escuchar estas acusaciones, puedes pensar en ellas sin el rubor de la vergenza que cubre tu rostro, y sin que tu corazn, por as decir, est sangrando de dolor? Oh, qu es un puado de cebada, un pedazo de pan? Ofender a Jess, el adorable Salvador, que muri por ti, y que quiere salvar tu alma, ofenderlo por un puado de cebada, un pedazo de pan! Oh! qu enorme depravacin! qu maldad merecedora del infierno! Inclnate en el suelo y pdele humildemente el perdn de tu Salvador; prometed no ofenderlo de nuevo, aun si pudieras ganar todos los tesoros de la tierra, cometiendo un solo pecado."
II. Cuntos dolores profundos deba soportar San Eustaquio! Cunto haba de sufrir! Pero se someti a los decretos de la Providencia, y por el recuerdo de la promesa de asistencia divina, la esperanza no se hundi en su corazn. No tendrs que soportar pruebas como las suyas; pero debes seguirlo hasta el punto de someterte en todas las cosas a la voluntad del Todopoderoso, de unir tu voluntad a la suya, y nunca murmurar contra Dios y sus juicios, y siempre tener una firme confianza en l. La fe te ensea que todo lo que Dios permite te suceda, que todo lo que l ordena es para tu bien, si solo unes tu voluntad con la Suya. "Todo est regulado por la divina Providencia, y con frecuencia, lo que consideramos un castigo, es slo un remedio, un medio para nuestra salvacin", escribe San Jernimo. La fe te ensea tambin que Dios no hace la Cruz ms pesada de lo que puedes soportar, cuando es sostenida por Su gracia. Recuerden estas importantes verdades y arrodillense sumisamente, en todas las pruebas, a la voluntad del Altsimo. "Esperad en Dios con paciencia", dice el Sabio; "unos a Dios, y perdurad". (Eclesiast. II) "Porque, escribe san Agustn, qu tiene que temer que descansa en el seno del Seor?, No prestes atencin a este lugar, y todo lo que te suceda, sea lo que sea, ser para tu bien ".
CONSIDERACIONES PRCTICAS
I. "Por qu me persigues?" Yo soy Jess, que muri de amor a ti, y que te salvar ". Estas palabras son las que San Eustaquio oy de los labios del Salvador crucificado. Si Cristo le hiciera la misma pregunta, cul sera su respuesta? He aqu, persigues a Cristo tan a menudo como te vuelves culpable de pecado. Por qu lo haces? Por qu cometes pecado? Te ha equivocado tu Jess? Ah! l muri por amor a ti, y l desea tu salvacin. Por qu lo has ofendido tanto y tan profundamente? Acaso lo has hecho porque esperabas ganar por el pecado un reino, o todas las riquezas, honores y placeres que el mundo contiene? Ni siquiera estos debieron haber sido suficientes para hacerte ofender a tu Dios. Pero no esperabas tanto. Por qu, por lo tanto? Habla la verdad: por qu has ofendido al Todopoderoso? Dios se quej, por el profeta Ezequiel, de la siguiente manera: "Y me violaron en medio de mi pueblo, por un puado de cebada y un pedazo de pan" (Ezequiel, XIII); es decir, para algo que no tiene valor, para un beneficio temporal; por una sensualidad despreciable; por un breve placer en el pecado. No es esto lo que habis buscado por el pecado, y por el cual ofendiste a vuestro Jess? Pero puedes escuchar estas acusaciones, puedes pensar en ellas sin el rubor de la vergenza que cubre tu rostro, y sin que tu corazn, por as decir, est sangrando de dolor? Oh, qu es un puado de cebada, un pedazo de pan? Ofender a Jess, el adorable Salvador, que muri por ti, y que quiere salvar tu alma, ofenderlo por un puado de cebada, un pedazo de pan! Oh! qu enorme depravacin! qu maldad merecedora del infierno! Inclnate en el suelo y pdele humildemente el perdn de tu Salvador; prometed no ofenderlo de nuevo, aun si pudieras ganar todos los tesoros de la tierra, cometiendo un solo pecado."
II. Cuntos dolores profundos deba soportar San Eustaquio! Cunto haba de sufrir! Pero se someti a los decretos de la Providencia, y por el recuerdo de la promesa de asistencia divina, la esperanza no se hundi en su corazn. No tendrs que soportar pruebas como las suyas; pero debes seguirlo hasta el punto de someterte en todas las cosas a la voluntad del Todopoderoso, de unir tu voluntad a la suya, y nunca murmurar contra Dios y sus juicios, y siempre tener una firme confianza en l. La fe te ensea que todo lo que Dios permite te suceda, que todo lo que l ordena es para tu bien, si solo unes tu voluntad con la Suya. "Todo est regulado por la divina Providencia, y con frecuencia, lo que consideramos un castigo, es slo un remedio, un medio para nuestra salvacin", escribe San Jernimo. La fe te ensea tambin que Dios no hace la Cruz ms pesada de lo que puedes soportar, cuando es sostenida por Su gracia. Recuerden estas importantes verdades y arrodillense sumisamente, en todas las pruebas, a la voluntad del Altsimo. "Esperad en Dios con paciencia", dice el Sabio; "unos a Dios, y perdurad". (Eclesiast. II) "Porque, escribe san Agustn, qu tiene que temer que descansa en el seno del Seor?, No prestes atencin a este lugar, y todo lo que te suceda, sea lo que sea, ser para tu bien ".
September 20 - San Eustaquio, su esposa y sus hijos (+118) - tomen dispuesto de la Mano de Dios todos los juicios - Uno de los Catorce Auxiliares Sagrados
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en la Santsima Virgen Mara
para la Gloria de Dios
La Bendicin Apostlica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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