Empezar por la santa caridad, raz y complemento de todas las virtudes, con la que Camilo estaba familiarizado ms que con ninguna otra. Y, as, afirmo que nuestro santo estaba inflamado en el fuego de esta santa virtud, no slo para con Dios, sino tambin para con el prjimo, en especial para con los enfermos; y esto en tal grado que la sola vista de los enfermos bastaba para enternecer y derretir su corazn y para hacerle olvidar completamente todas las delicias, deleites y afectos mundanos. Cuando serva a algn enfermo, lo haca con un amor y compasin tan grandes que pareca como si en ello tuviera que agotar y consumir todas sus fuerzas. De buena gana hubiera tomado sobre s todos los males y dolencias de los enfermos con tal de aliviar sus sufrimientos o curar sus enfermedades.

Descubra en ellos la persona de Cristo con una viveza tal, que muchas veces, mientras les daba de comer se imaginaba que eran el mismo Cristo en persona y les peda su gracia y el perdn de los pecados. Estaba ante ellos con un respeto tan grande como si real y verdaderamente estuviera en presencia del Seor. De nada hablaba con tanta frecuencia y con tanto fervor como de la santa caridad, y hubiera querido poderla infundir en el corazn de todos los mortales.

Deseoso de inflamar a sus hermanos de religin en esta virtud, la primera de todas, acostumbraba inculcarles aquellas dulcsimas palabras de Jesucristo: Estuve enfermo, y me visitasteis. Estas palabras pareca tenerlas realmente esculpidas en su corazn; tanta era la frecuencia con que las deca y repeta.

La caridad de Camilo era tan grande y tan amplia que tenan cabida en sus entraas de piedad y benevolencia no slo los enfermos y moribundos, sino toda clase de pobres y desventurados. Finalmente, era tan grande la piedad de su corazn para con los necesitados, que sola decir: "Si no se hallaran pobres en el mundo, habra que dedicarse a buscarlos y sacarlos de bajo tierra, para ayudarlos y practicar con ellos la misericordia"