Santa Ins - No tena an edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria
No tena an edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria
Del Tradado de San Ambrosio, Obispo, sobre las vrgenes
(Lib 1, cap. 2, 5,7-9: PL 16 [edicin 1845], 189-191)
(Lib 1, cap. 2, 5,7-9: PL 16 [edicin 1845], 189-191)
Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata tambin de una mrtir, ofrezcamos el sacrificio. Es el da natalicio de santa Ins. Sabemos por tradicin que muri mrtir a los doce aos de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tan tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.
Es que en aquel cuerpo tan pequeo caba herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las nias no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distradamente se pican con una aguja, se ponen a llorar como si se tratara de una herida.
Pero ella, impvida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante an de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idoltrico, entre las llamas tenda hacia Cristo sus manos, y as, en medio de la sacrlega hoguera, significaba con esta posicin el estandarte triunfal de la victoria del Seor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeos para quedar encerrados en ellos.
Una nueva clase de martirio? No tena an edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difcil, la corona fcil; lo que pareca imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recin casada no ira al tlamo nupcial con la alegra con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.
Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que con tanta generosidad entregara una vida de la que an no haba comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una nia que, por su edad, no poda an dar testimonio de s misma. Result as que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una nia que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.
El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo:
Sera una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; l me ha elegido primero, l me tendr. A qu esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que yo no quiero.
Se detuvo, or, dobleg la cerviz. Hubieras visto cmo temblaba el verdugo, como si fuese l el condenado; como temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cmo palidecan los rostros al ver lo que le iba a suceder a la nia, mientras ella se mantena serena. En una sola vctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneci virgen y obtuvo la gloria del martirio.
ORACIN
Dios todopoderoso y eterno, que te has complacido en elegir lo dbil a los ojos del mundo para confundir a los que se crean fuertes, concede a quienes estamos celebrando el martirio de santa Ins imitar la heroica firmeza de su fe. Por nuestro Seor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amn
No tena an edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria
Del Tradado de San Ambrosio, Obispo, sobre las vrgenes
(Lib 1, cap. 2, 5,7-9: PL 16 [edicin 1845], 189-191)
(Lib 1, cap. 2, 5,7-9: PL 16 [edicin 1845], 189-191)
Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata tambin de una mrtir, ofrezcamos el sacrificio. Es el da natalicio de santa Ins. Sabemos por tradicin que muri mrtir a los doce aos de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tan tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.
Es que en aquel cuerpo tan pequeo caba herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las nias no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distradamente se pican con una aguja, se ponen a llorar como si se tratara de una herida.
Pero ella, impvida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante an de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idoltrico, entre las llamas tenda hacia Cristo sus manos, y as, en medio de la sacrlega hoguera, significaba con esta posicin el estandarte triunfal de la victoria del Seor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeos para quedar encerrados en ellos.
Una nueva clase de martirio? No tena an edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difcil, la corona fcil; lo que pareca imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recin casada no ira al tlamo nupcial con la alegra con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.
Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que con tanta generosidad entregara una vida de la que an no haba comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una nia que, por su edad, no poda an dar testimonio de s misma. Result as que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una nia que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.
El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo:
Sera una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; l me ha elegido primero, l me tendr. A qu esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que yo no quiero.
Se detuvo, or, dobleg la cerviz. Hubieras visto cmo temblaba el verdugo, como si fuese l el condenado; como temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cmo palidecan los rostros al ver lo que le iba a suceder a la nia, mientras ella se mantena serena. En una sola vctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneci virgen y obtuvo la gloria del martirio.
ORACIN
Dios todopoderoso y eterno, que te has complacido en elegir lo dbil a los ojos del mundo para confundir a los que se crean fuertes, concede a quienes estamos celebrando el martirio de santa Ins imitar la heroica firmeza de su fe. Por nuestro Seor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amn
21 de Enero - Fiesta de Santa Ins de Roma (291-304) - Del Tratado sobre Vrgines de San Ambrosio (337-397), Obispo
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en la Santsima Virgen Mara
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La Bendicin Apostlica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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