La Vigilia de la Epifana - una Ofrenda ms Preciosa que el Oro, Incienso o Mirra
Vigilia de la Fiesta de la Epifana
por el Padre Francisco Javier Weninger, 1876
"Y l se levant, y tom al nio ya su madre, y vino a la tierra de Israel." - San Mateo 2
Tres veces, como narra el Evangelio, un ngel se le apareci a San Jos en eun sueo, y le habl; Y cada vez que l lo visit Jos cumpli inmediatamente con los mandatos recibidos - y se qued en silencio. El ngel le habl a Jos, pero l no le hab al ngel, aunque, como comenta San Crisstomo, en el espritu de sabidura, lo siguente: hubiera habido razn suficiente para algunas palabras, porque seguramente el querido santo deba tener ciertas preguntas que hacer. Incluso Mara habl con el ngel. Jos permaneci en silencio y, no tenemos ningn registro en la Sagrada Escritura de una sola palabra pronunciada poe el.
Mara, junto con San Jos, busc al nio Jess, entristecido, y lo encontr en el templo. La madre amorosa exclam: "Por qu nos has hecho esto?" Pero su padre adoptivo permaneci en silencio; y parece que, por este silencio, est implcito un profundo misterio de fe, en perfecta armona con el llamado de aquel que fue escogido para ser el padre terrenal del Salvador y el representante de su Padre celestial. El Padre eterno nunca habl a la raza humana, ya que, como dice San Pablo, en su Epstola a los Hebreos: "Dios habl en el principio siempre a traves de sus ngeles con los hombres".
As lo hizo en el monte Sina, cuando la ley fue anunciada al pueblo elegido de Dios; y a Moiss en la zarza ardiente, como tambin lo dice San Pablo; y, por ltimo, a travs de su Hijo unignito. Ciertamente, en este sentido, el silencio de San Jos no puede servirnos de modelo, pero en otros casos, que ocurre a menudo en la vida, si puede. Todos estos casos estn contenidos en el siguiente principio fundamental: nunca murmures contra la Providencia divina, sino en vez, soporta todos los sufrimientos - cualesquiera sean los que Dios considere oportuno enviarte, con paciencia, por amor a l.
Oh, Mara, madre de los dolores, que permaneciste bajo la cruz sin murmurar, obtn para nosotros la renuncia de tu casto esposo, San Jos! Hablo en el Santsimo Nombre de Jess, para el mayor honor de Dios!
Un ngel se apareci a San Jos en un sueo, y le orden volar con Mara y el nio al Egipto; y sin una sola pregunta, inmediatamente se levant y parti esa misma noche. Y el mismo espritu de obediencia continu influencindolo; porque leemos de su regreso a Palestina tan pronto como su visitador angelical volvi a aparecer en un sueo y le orden que volviera sobre sus pasos.
Si damos la debida atencin a esta rara virtud - el silencio - que caracteriz al santo que hoy nos complace honrar, nos inspirar a aceptar amorosamente todas las pruebas que el Seor quiera enviar y soportar sin murmurar. Que San Jos era un hombre justo, la Escritura da un testimonio inequvoco; Y, despus de su inmaculada esposa, puede ser considerado como el ms grande entre los santos, una distincin que merece de sus relaciones con Jess y Mara. Pero el oro puro de su virtud estaba destinado a ser probado en el crisol de los trabajos y labores agotadores, adems de los problemas de la vida; y, su silencio, en cada fase, es una prueba muy elocuente de la perfeccin de su unin con la ms santa voluntad de Dios.
Como lo fue para Mara, as tambin fue para l la mxima favorita en la vida: "Yo soy un siervo del Seor, que se haga conmigo segn su palabra". San Jos estaba en silencio. Este silencio, al mando del ngel para emprender el largo y fatigoso viaje, demuestra que su fe era una fe viva en la disposicin de la Divina Providencia y la sabidura del Seor en el ordenar de todas las cosas. Ni pregunt ni cuestion por qu deba partir con tanta celeridad al Egipto; ni si no poda hallarse un lugar en Israel donde pudiera ocultarse con Mara y el nio pequeo sin atravesar las arenas ardientes del desierto. No pregunt ni se pregunt por qu la huida era necesaria para el Hijo Encarnado de Dios; porque, puesto que l era Dios, as como el Hombre, no poda ocultarse ni protegerse; o, por una muerte repentina, sacar a Herodes de este mundo, para que todo vaya bien. Nada de todo esto encontr un lugar en el corazn del gran San Jos. No; dej que Dios ordenara todas las cosas por l, y pens en los consejos ocultos del Seor; Pues, como San Pablo pregunta con toda justicia: "Quin era su Consejero?"
l obedeci y call, sin hacer ninguna pregunta acerca de cmo podra el proveer para la santa familia en Egipto, una tierra donde todo para l era nuevo y extrao. Confi en Dios, y esper, con Abraham, el padre de los fieles, contra toda esperanza. Este silencio santo apunta, al mismo tiempo, a su profunda humildad y abnegacin. Ni pregunt ni pens por qu los ngeles no podan venir a transportarlo, con la madre y el nio, de Palestina a Egipto por el aire, como lo hicieron con Elas - que fue transportado en un carro ardiente al cielo - y como fue hecho con el profeta Habacuc.
La Santsima Virgen iba a montar a Egipto en una bestia de carga, mientras que San Jos iba a caminar a su lado, lo que hizo con una alacridad y placer, tanto ms que tuvo la oportunidad de demostrar su amor por Jess y Mara, para cuya comodidad en el viaje l manifest la mayor solicitud. Estaba en silencio, pero su corazn conversaba con Dios en esos suspiros inexpresables del Espritu Santo, como San Pablo se expresa al hablar de la vida oculta en Dios a travs de la prctica de la oracin.
El silencio de San Jos apunta a su vida contemplativa interior. La oracin es la fuente de toda gracia; Hablando de esto San Pablo dice de nuevo: "Puedo hacer todo en aquel que me fortalece". As que San Jos viaj en silencio a Egipto con la madre y el nio, y en silencio regres. Qu leccin para nosotros! Qu ejemplo para imitar! Con demasiada frecuencia, sin embargo, se presenta un sorprendente contraste contra la conducta general de los Cristianos. Cun pocos, incluso entre los hijos de la Iglesia, se someten, en silencio y resignacin, a las pruebas de la vida, a la santsima voluntad de Dios! Y con qu frecuencia escuchamos las quejas ms irrazonables de aquellos que no pueden resolverse a "besar la mano que los hiere".
Y, peor que todos, los malvados que murmuran contra Dios, que es lo que se degeneran estas quejas, llenan el corazn con desnimo, crean escndalo y privan al ofensor de aquellos sufrimientos que, habiendo soportado pacientemente, habran cambiado un da en gemas brillantes Para adornar una corona celestial. Esta rebelin es la causa de nuestras frecuentes faltas graves; y, de dnde procede pues, amado en Cristo, que el hombre alienta tales disposiciones, que se queja y se lamenta como uno sin esperanza? Porque no posee las virtudes de san Jos, del cual te he hablado. Su fe en la providencial providencia de Dios no es suficiente. "No hay mal en la ciudad que no sea hecho por el Seor", como leemos en el Antiguo Testamento; Por lo que debemos entender que todo lo que sucede por el permiso divino es para nuestra salvacin, debemos ver en ella su mano divina y inclinarnos ante la santsima voluntad de Dios.
Somos demasiado propensos a considerar las ocurrencias de este mundo, a la luz del presente, cuando se colocan ante nuestros ojos, jams sin considerar que el Seor los ha ordenado, de una manera muy maravillosa, para algn fin sabio, ocultado de nosotros en el momento, pero plenamente revelado en un perodo posterior en la vida. As, de lo que hemos sufrido tan vivamente, y lo que en este momento consideramos un gran mal, puede haber sido, en realidad, enviado para promover nuestra salvacin eterna; pero seducidos y engaados por el amor propio y la voluntad propia, nos atrevemos a desafiar a nuestro Creador, por as decirlo, a dar cuenta de lo que l permite que nos suceda. Esto se debe a que somos deficientes en la humildad y abnegacin de San Jos. l era justo; l era, por su relacin con Jess y Mara, por su sangre real y la libertad de todos los pecados personales, elevado al ms alto rango en el cielo sobre todos los otros santos.
Sufrimos y murmuramos, pero hemos, quizs, cometido pecados y, puede ser, que merecemos el infierno. Felicidad ser para nosotros si el Seor cambia el castigo eterno incurrido y merecido por nuestros pecados mortales en una pena temporal despus de que la culpa ha sido perdonada. Y, aunque ya hemos borrado este castigo a travs de la penitencia y las indulgencias, no nos da Dios, a travs de los sufrimientos, sobre todo cuando son inmerecidos, la oportunidad ms preciosa para acumular el ms rico de los mritos, y para arrojar el mayor peso sobre La escala de las alegras celestiales? Piensa en Mara, que era la Reina de los Mrtires, parada bajo la cruz.
Quin poda pensar en ella y murmurar? Quin podra ver a esa madre amorosa soportando su tristeza en silencio, y no aceptar su angustia como venida, no del hombre, sino de Dios? La devota y humilde cristiana, con San Jos, agradecer y alabar al Seor; porque cuanto ms pacientemente llevamos nuestra cruz en Su imitacin, tanto ms nos pareceremos a l, ms preciosos estaremos a Su vista. S, cuanto ms le seguiremos en la vida, ms cerca estaremos de l en Su imperio de gloria.
Jos permaneci en silencio; nosotros murmuramos y nos quejamos. Por qu? Estamos faltando en ese espritu de celo en la oracin que debera encender y aumentar en nosotros el fuego del amor divino, fortaleciendonos as para sufrir incluso con alegra. Tambin queremos en ese amor ardiente hacia Jess y Mara, que siempre nos recuerda que caminaron primero en el camino real de la santa cruz. Entonces, sufriaos, sin murmullos, todo lo que Cristo quiere mandarnos; Porque a menudo nos recompensa, incluso aqu abajo, con la bendicin de su divino amor. Hijo de la Iglesia, oyes esto? Oh, qu da de gracia para vosotros no ser eso, sobre lo cual os decids firmemente nunca ms a murmurar ante la voluntad de Dios! Oh, que sea hoy! Lo que particularmente te debera animarte es que hay pocos que sufren con paciencia, y deberas deleitarte en ser el que da un ejemplo edificante.
Consideren, por ltimo, con qu rapidez y con qu determinacin San Jos obedeci al mandato del ngel. El Evangelio dice: "De inmediato se levant del sueo y emprendi su viaje". Acaso no hubiera tal vez seguir durmiendo hasta la maana? Este rasgo en su carcter contrasta fuertemente con uno que es a menudo prominente en la vida del Cristiano cada da. Me refiero a un retraso fatal en la puesta en prctica de la resolucin de hacer el bien - para llevar una vida mejor. Los hombres hacen resoluciones para la santificacin de sus vidas, pero no hay seriedad de propsito. Negligencian cumplirlas hasta que por fin abandonan por completo la idea de llevar una vida mejor; y, en lugar de avanzar en el camino de la perfeccin Cristiana, retroceden. Amado en Cristo, resuelve, desde este mismo momento, que ser de otra manera contigo.
La Fiesta de la Epifana, cuya vigilia celebramos hoy, confirma muy bien todo lo que he dicho por el ejemplo de los santos tres reyes. Ellos tambin, tan pronto como vieron a la estrella, se levantaron y emprendieron su viaje. Ellos fueron recompensados, porque encontraron al Dios Infante.
La primera pregunta que formularon fue: "Dnde est?" y, tan pronto recibieron la respuesta, sus generosos y amorosos corazones dieron poca importancia a lo que Jerusaln podra pensar o decir. La opinin del mundo no les molest. En vez, firmes en la resolucin de encontrarlo, siguieron a la estrella. La felicidad es tuya, amado en Cristo, si t, con la disposicion de los Reyes Magos, te prosternas ante el Nio Jess y, tal como le ofrecen sus regalos a l, verdad?, desde el fondo de tus corazn, le das esta solemne promesa: "Oh Divino Nio!, desde este mismo momento me resuelvo a aceptar lo sufrimientos que T te complaces en enviarme, sin un solo murmullo y, en adelante, he de cumplir con mi resolucin, sin demora!"
Esta ser una ofrenda ms preciosa que el oro, el incienso o la mirra, porque es un holocausto de tu amor a Jess, a Mara y a Jos, para el mayor honor y gloria a Dios, para tu propia salvacin y para la salvacin de los dems. Amn!
Vigilia de la Fiesta de la Epifana
por el Padre Francisco Javier Weninger, 1876
"Y l se levant, y tom al nio ya su madre, y vino a la tierra de Israel." - San Mateo 2
Tres veces, como narra el Evangelio, un ngel se le apareci a San Jos en eun sueo, y le habl; Y cada vez que l lo visit Jos cumpli inmediatamente con los mandatos recibidos - y se qued en silencio. El ngel le habl a Jos, pero l no le hab al ngel, aunque, como comenta San Crisstomo, en el espritu de sabidura, lo siguente: hubiera habido razn suficiente para algunas palabras, porque seguramente el querido santo deba tener ciertas preguntas que hacer. Incluso Mara habl con el ngel. Jos permaneci en silencio y, no tenemos ningn registro en la Sagrada Escritura de una sola palabra pronunciada poe el.
Mara, junto con San Jos, busc al nio Jess, entristecido, y lo encontr en el templo. La madre amorosa exclam: "Por qu nos has hecho esto?" Pero su padre adoptivo permaneci en silencio; y parece que, por este silencio, est implcito un profundo misterio de fe, en perfecta armona con el llamado de aquel que fue escogido para ser el padre terrenal del Salvador y el representante de su Padre celestial. El Padre eterno nunca habl a la raza humana, ya que, como dice San Pablo, en su Epstola a los Hebreos: "Dios habl en el principio siempre a traves de sus ngeles con los hombres".
As lo hizo en el monte Sina, cuando la ley fue anunciada al pueblo elegido de Dios; y a Moiss en la zarza ardiente, como tambin lo dice San Pablo; y, por ltimo, a travs de su Hijo unignito. Ciertamente, en este sentido, el silencio de San Jos no puede servirnos de modelo, pero en otros casos, que ocurre a menudo en la vida, si puede. Todos estos casos estn contenidos en el siguiente principio fundamental: nunca murmures contra la Providencia divina, sino en vez, soporta todos los sufrimientos - cualesquiera sean los que Dios considere oportuno enviarte, con paciencia, por amor a l.
Oh, Mara, madre de los dolores, que permaneciste bajo la cruz sin murmurar, obtn para nosotros la renuncia de tu casto esposo, San Jos! Hablo en el Santsimo Nombre de Jess, para el mayor honor de Dios!
Un ngel se apareci a San Jos en un sueo, y le orden volar con Mara y el nio al Egipto; y sin una sola pregunta, inmediatamente se levant y parti esa misma noche. Y el mismo espritu de obediencia continu influencindolo; porque leemos de su regreso a Palestina tan pronto como su visitador angelical volvi a aparecer en un sueo y le orden que volviera sobre sus pasos.
Si damos la debida atencin a esta rara virtud - el silencio - que caracteriz al santo que hoy nos complace honrar, nos inspirar a aceptar amorosamente todas las pruebas que el Seor quiera enviar y soportar sin murmurar. Que San Jos era un hombre justo, la Escritura da un testimonio inequvoco; Y, despus de su inmaculada esposa, puede ser considerado como el ms grande entre los santos, una distincin que merece de sus relaciones con Jess y Mara. Pero el oro puro de su virtud estaba destinado a ser probado en el crisol de los trabajos y labores agotadores, adems de los problemas de la vida; y, su silencio, en cada fase, es una prueba muy elocuente de la perfeccin de su unin con la ms santa voluntad de Dios.
Como lo fue para Mara, as tambin fue para l la mxima favorita en la vida: "Yo soy un siervo del Seor, que se haga conmigo segn su palabra". San Jos estaba en silencio. Este silencio, al mando del ngel para emprender el largo y fatigoso viaje, demuestra que su fe era una fe viva en la disposicin de la Divina Providencia y la sabidura del Seor en el ordenar de todas las cosas. Ni pregunt ni cuestion por qu deba partir con tanta celeridad al Egipto; ni si no poda hallarse un lugar en Israel donde pudiera ocultarse con Mara y el nio pequeo sin atravesar las arenas ardientes del desierto. No pregunt ni se pregunt por qu la huida era necesaria para el Hijo Encarnado de Dios; porque, puesto que l era Dios, as como el Hombre, no poda ocultarse ni protegerse; o, por una muerte repentina, sacar a Herodes de este mundo, para que todo vaya bien. Nada de todo esto encontr un lugar en el corazn del gran San Jos. No; dej que Dios ordenara todas las cosas por l, y pens en los consejos ocultos del Seor; Pues, como San Pablo pregunta con toda justicia: "Quin era su Consejero?"
l obedeci y call, sin hacer ninguna pregunta acerca de cmo podra el proveer para la santa familia en Egipto, una tierra donde todo para l era nuevo y extrao. Confi en Dios, y esper, con Abraham, el padre de los fieles, contra toda esperanza. Este silencio santo apunta, al mismo tiempo, a su profunda humildad y abnegacin. Ni pregunt ni pens por qu los ngeles no podan venir a transportarlo, con la madre y el nio, de Palestina a Egipto por el aire, como lo hicieron con Elas - que fue transportado en un carro ardiente al cielo - y como fue hecho con el profeta Habacuc.
La Santsima Virgen iba a montar a Egipto en una bestia de carga, mientras que San Jos iba a caminar a su lado, lo que hizo con una alacridad y placer, tanto ms que tuvo la oportunidad de demostrar su amor por Jess y Mara, para cuya comodidad en el viaje l manifest la mayor solicitud. Estaba en silencio, pero su corazn conversaba con Dios en esos suspiros inexpresables del Espritu Santo, como San Pablo se expresa al hablar de la vida oculta en Dios a travs de la prctica de la oracin.
El silencio de San Jos apunta a su vida contemplativa interior. La oracin es la fuente de toda gracia; Hablando de esto San Pablo dice de nuevo: "Puedo hacer todo en aquel que me fortalece". As que San Jos viaj en silencio a Egipto con la madre y el nio, y en silencio regres. Qu leccin para nosotros! Qu ejemplo para imitar! Con demasiada frecuencia, sin embargo, se presenta un sorprendente contraste contra la conducta general de los Cristianos. Cun pocos, incluso entre los hijos de la Iglesia, se someten, en silencio y resignacin, a las pruebas de la vida, a la santsima voluntad de Dios! Y con qu frecuencia escuchamos las quejas ms irrazonables de aquellos que no pueden resolverse a "besar la mano que los hiere".
Y, peor que todos, los malvados que murmuran contra Dios, que es lo que se degeneran estas quejas, llenan el corazn con desnimo, crean escndalo y privan al ofensor de aquellos sufrimientos que, habiendo soportado pacientemente, habran cambiado un da en gemas brillantes Para adornar una corona celestial. Esta rebelin es la causa de nuestras frecuentes faltas graves; y, de dnde procede pues, amado en Cristo, que el hombre alienta tales disposiciones, que se queja y se lamenta como uno sin esperanza? Porque no posee las virtudes de san Jos, del cual te he hablado. Su fe en la providencial providencia de Dios no es suficiente. "No hay mal en la ciudad que no sea hecho por el Seor", como leemos en el Antiguo Testamento; Por lo que debemos entender que todo lo que sucede por el permiso divino es para nuestra salvacin, debemos ver en ella su mano divina y inclinarnos ante la santsima voluntad de Dios.
Somos demasiado propensos a considerar las ocurrencias de este mundo, a la luz del presente, cuando se colocan ante nuestros ojos, jams sin considerar que el Seor los ha ordenado, de una manera muy maravillosa, para algn fin sabio, ocultado de nosotros en el momento, pero plenamente revelado en un perodo posterior en la vida. As, de lo que hemos sufrido tan vivamente, y lo que en este momento consideramos un gran mal, puede haber sido, en realidad, enviado para promover nuestra salvacin eterna; pero seducidos y engaados por el amor propio y la voluntad propia, nos atrevemos a desafiar a nuestro Creador, por as decirlo, a dar cuenta de lo que l permite que nos suceda. Esto se debe a que somos deficientes en la humildad y abnegacin de San Jos. l era justo; l era, por su relacin con Jess y Mara, por su sangre real y la libertad de todos los pecados personales, elevado al ms alto rango en el cielo sobre todos los otros santos.
Sufrimos y murmuramos, pero hemos, quizs, cometido pecados y, puede ser, que merecemos el infierno. Felicidad ser para nosotros si el Seor cambia el castigo eterno incurrido y merecido por nuestros pecados mortales en una pena temporal despus de que la culpa ha sido perdonada. Y, aunque ya hemos borrado este castigo a travs de la penitencia y las indulgencias, no nos da Dios, a travs de los sufrimientos, sobre todo cuando son inmerecidos, la oportunidad ms preciosa para acumular el ms rico de los mritos, y para arrojar el mayor peso sobre La escala de las alegras celestiales? Piensa en Mara, que era la Reina de los Mrtires, parada bajo la cruz.
Quin poda pensar en ella y murmurar? Quin podra ver a esa madre amorosa soportando su tristeza en silencio, y no aceptar su angustia como venida, no del hombre, sino de Dios? La devota y humilde cristiana, con San Jos, agradecer y alabar al Seor; porque cuanto ms pacientemente llevamos nuestra cruz en Su imitacin, tanto ms nos pareceremos a l, ms preciosos estaremos a Su vista. S, cuanto ms le seguiremos en la vida, ms cerca estaremos de l en Su imperio de gloria.
Jos permaneci en silencio; nosotros murmuramos y nos quejamos. Por qu? Estamos faltando en ese espritu de celo en la oracin que debera encender y aumentar en nosotros el fuego del amor divino, fortaleciendonos as para sufrir incluso con alegra. Tambin queremos en ese amor ardiente hacia Jess y Mara, que siempre nos recuerda que caminaron primero en el camino real de la santa cruz. Entonces, sufriaos, sin murmullos, todo lo que Cristo quiere mandarnos; Porque a menudo nos recompensa, incluso aqu abajo, con la bendicin de su divino amor. Hijo de la Iglesia, oyes esto? Oh, qu da de gracia para vosotros no ser eso, sobre lo cual os decids firmemente nunca ms a murmurar ante la voluntad de Dios! Oh, que sea hoy! Lo que particularmente te debera animarte es que hay pocos que sufren con paciencia, y deberas deleitarte en ser el que da un ejemplo edificante.
Consideren, por ltimo, con qu rapidez y con qu determinacin San Jos obedeci al mandato del ngel. El Evangelio dice: "De inmediato se levant del sueo y emprendi su viaje". Acaso no hubiera tal vez seguir durmiendo hasta la maana? Este rasgo en su carcter contrasta fuertemente con uno que es a menudo prominente en la vida del Cristiano cada da. Me refiero a un retraso fatal en la puesta en prctica de la resolucin de hacer el bien - para llevar una vida mejor. Los hombres hacen resoluciones para la santificacin de sus vidas, pero no hay seriedad de propsito. Negligencian cumplirlas hasta que por fin abandonan por completo la idea de llevar una vida mejor; y, en lugar de avanzar en el camino de la perfeccin Cristiana, retroceden. Amado en Cristo, resuelve, desde este mismo momento, que ser de otra manera contigo.
La Fiesta de la Epifana, cuya vigilia celebramos hoy, confirma muy bien todo lo que he dicho por el ejemplo de los santos tres reyes. Ellos tambin, tan pronto como vieron a la estrella, se levantaron y emprendieron su viaje. Ellos fueron recompensados, porque encontraron al Dios Infante.
La primera pregunta que formularon fue: "Dnde est?" y, tan pronto recibieron la respuesta, sus generosos y amorosos corazones dieron poca importancia a lo que Jerusaln podra pensar o decir. La opinin del mundo no les molest. En vez, firmes en la resolucin de encontrarlo, siguieron a la estrella. La felicidad es tuya, amado en Cristo, si t, con la disposicion de los Reyes Magos, te prosternas ante el Nio Jess y, tal como le ofrecen sus regalos a l, verdad?, desde el fondo de tus corazn, le das esta solemne promesa: "Oh Divino Nio!, desde este mismo momento me resuelvo a aceptar lo sufrimientos que T te complaces en enviarme, sin un solo murmullo y, en adelante, he de cumplir con mi resolucin, sin demora!"
Esta ser una ofrenda ms preciosa que el oro, el incienso o la mirra, porque es un holocausto de tu amor a Jess, a Mara y a Jos, para el mayor honor y gloria a Dios, para tu propia salvacin y para la salvacin de los dems. Amn!
5 de Enero - La Vigilia de la Epifana - por el Padre Francisco Javier Weninger - "Una Ofrenda ms Preciosa que el Oro, Incienso o Mirra"
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