San Jerónimo - Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo
San Jerónimo - Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo

IZQUIERDA: Los Cuantro Doctores de la Iglesia Occidenttal (detalle de San Jerónimo) de Gerardo Seghers (1591-1651); 1600-50; National Trust, Kingston Lacey, Wimburne (Dorsetshire), Inglaterra;
commons.wikimedia.org
DERECHA: San Jerónimo de Simone Cantarini (1612-1648);
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DERECHA: San Jerónimo de Simone Cantarini (1612-1648);
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Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo
Del prólogo al comentario de san Jerónimo, presbítero, sobre el libro del profeta Isaías
(Nn. 1.2: CCL 73, 1-3)
Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: "Ocupaos en examinar las Escrituras", y también: "Buscad y hallaréis", para que no tenga que decirme, como a los judíos: "Estáis en un error; no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios". Pues si, como dice el Apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.
Por esto quiero imitar al amo de casa, que de su provisión saca lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien, de los que anuncian la paz! Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: "Aquí estoy, mándame."
Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres.
¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: Cualquier visión se os volverá - dice - como el texto de un libro sellado
Se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: "Por favor, lee esto". Y él responde: "No puedo, porque está sellado".
Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: "Por favor, lee esto". Y el responde: "No sé leer".
Y si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: Cuanto a los dotados del carisma de profecía, que hablen dos o tres, y que los demás den su dictamen; y, si algún otro que está sentado recibiera una revelación, que calle el que está hablando.
¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior, como dice uno de ellos: El ángel que hablaba en mí, y también: Que clama en nuestros corazones: "¡Padre!", y asimismo: "voy a escuchar lo que dice el Señor."
liturgiasdelashoras.com.ar
Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo
Del prólogo al comentario de san Jerónimo, presbítero, sobre el libro del profeta Isaías
(Nn. 1.2: CCL 73, 1-3)
Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: "Ocupaos en examinar las Escrituras", y también: "Buscad y hallaréis", para que no tenga que decirme, como a los judíos: "Estáis en un error; no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios". Pues si, como dice el Apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.
Por esto quiero imitar al amo de casa, que de su provisión saca lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien, de los que anuncian la paz! Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: "Aquí estoy, mándame."
Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres.
¿Para qué voy a hablar de física, de ética, de lógica? Este libro es como un compendio de todas las Escrituras y encierra en sí cuanto es capaz de pronunciar la lengua humana y sentir el hombre mortal. El mismo libro contiene unas palabras que atestiguan su carácter misterioso y profundo: Cualquier visión se os volverá - dice - como el texto de un libro sellado
Se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: "Por favor, lee esto". Y él responde: "No puedo, porque está sellado".
Y se lo dan a uno que no sabe leer, diciéndole: "Por favor, lee esto". Y el responde: "No sé leer".
Y si a alguno le parece débil esta argumentación, que oiga lo que dice el Apóstol: Cuanto a los dotados del carisma de profecía, que hablen dos o tres, y que los demás den su dictamen; y, si algún otro que está sentado recibiera una revelación, que calle el que está hablando.
¿Qué razón tienen los profetas para silenciar su boca, para callar o hablar, si el Espíritu es quien habla por boca de ellos? Por consiguiente, si recibían del Espíritu lo que decían, las cosas que comunicaban estaban llenas de sabiduría y de sentido. Lo que llegaba a oídos de los profetas no era el sonido de una voz material, sino que era Dios quien hablaba en su interior, como dice uno de ellos: El ángel que hablaba en mí, y también: Que clama en nuestros corazones: "¡Padre!", y asimismo: "voy a escuchar lo que dice el Señor."
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