Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa
Cristo en la Casa de Marta y Mara de Alessandro Allori (1535-1607); 1605; Museo Kunsthistorisches, Viena, Austria; commons.wikimedia.org
Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa
De los sermones de San Agustn, Obispo, Filsofo, Telogo, Doctor de la Iglesia (Doctor de la Gracia)
(Sermn 103, 1-2, 6: PL 38, 613, 615)
Las palabras del Seor nos advierten que, en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender. Tender, porque somos todava peregrinos, no residentes; estamos an en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos an de su posesin. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque slo as podremos un da llegar a trmino.
Marta y Mara eran dos hermanas, unidas no slo por su parentesco de sangre, sino tambin por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Seor, ambas le servan durante su vida mortal con idntico fervor. Marta lo hosped, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Seor, una enferma al Salvador, una creatura al Creador. Le dio hospedaje para alimentar corporalmente a aquel que la haba de alimentar con su Espritu. Porque el Seor quiso tomar la condicin de esclavo para as ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia el permitir ser alimentado. Su condicin humana lo haca capaz de sentir hambre y sed.
As, pues, el Seor fue recibido en calidad de husped, l, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtindolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtindolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa. No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Seor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Seor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Por lo dems, t, Marta - dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora ests ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallars peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?
Todo esto all ya no existir; all slo habr lo que Mara ha elegido: all seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los dems. Por esto, all alcanzar su plenitud y perfeccin lo que aqu ha elegido Mara, la que recoga las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Seor. Quieres saber lo que all ocurrir? Dice el mismo Seor, refirindose a sus siervos: Os aseguro que se pondr de faena, los har sentar a la mesa y se prestar a servirlos.
OREMOS
Dios todopoderoso y eterno, cuyo Hijo quiso aceptar la hospitalidad que santa Marta le ofreci en su casa, haz que nosotros, por intercesin de esta santa, estemos siempre dispuestos a servirte en cada uno de nuestros hermanos y as merezcamos ser recibidos por ti en las moradas eternas, al final de nuestra vida. Por nuestro Seor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amn
Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa
De los sermones de San Agustn, Obispo, Filsofo, Telogo, Doctor de la Iglesia (Doctor de la Gracia)
(Sermn 103, 1-2, 6: PL 38, 613, 615)
Las palabras del Seor nos advierten que, en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender. Tender, porque somos todava peregrinos, no residentes; estamos an en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos an de su posesin. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque slo as podremos un da llegar a trmino.
Marta y Mara eran dos hermanas, unidas no slo por su parentesco de sangre, sino tambin por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Seor, ambas le servan durante su vida mortal con idntico fervor. Marta lo hosped, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Seor, una enferma al Salvador, una creatura al Creador. Le dio hospedaje para alimentar corporalmente a aquel que la haba de alimentar con su Espritu. Porque el Seor quiso tomar la condicin de esclavo para as ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia el permitir ser alimentado. Su condicin humana lo haca capaz de sentir hambre y sed.
As, pues, el Seor fue recibido en calidad de husped, l, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtindolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtindolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa. No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Seor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Seor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Por lo dems, t, Marta - dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora ests ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallars peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?
Todo esto all ya no existir; all slo habr lo que Mara ha elegido: all seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los dems. Por esto, all alcanzar su plenitud y perfeccin lo que aqu ha elegido Mara, la que recoga las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Seor. Quieres saber lo que all ocurrir? Dice el mismo Seor, refirindose a sus siervos: Os aseguro que se pondr de faena, los har sentar a la mesa y se prestar a servirlos.
OREMOS
Dios todopoderoso y eterno, cuyo Hijo quiso aceptar la hospitalidad que santa Marta le ofreci en su casa, haz que nosotros, por intercesin de esta santa, estemos siempre dispuestos a servirte en cada uno de nuestros hermanos y as merezcamos ser recibidos por ti en las moradas eternas, al final de nuestra vida. Por nuestro Seor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amn
29 de Julio - Fiesta de Santa Marta - Dichosos los que pudieron hospedar al Seor en su propia casa -de las Homilias de San Agustn (354-430)
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La Bendicin Apostlica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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