San Atanasio - Sobre la Encarnacin del Verbo
Adoracin del Nio Acompaado con los Santos de Fra Filippo Lippi (1406-1469); 1463; Galleria degli Uffizi, Florencia, Italia;
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De la encarnacin del Verbo
De los sermones de san Atanasio, obispo
(Oratio de Incarnatione Verbi, 8-9)
El Verbo de Dios, incorpreo, incorruptible e inmaterial, vino a nuestro mundo, aunque tampoco antes se hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vaca de l, sino que lo llenaba todo en todas partes, ya que est junto a su Padre.
Pero l vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupcin, no soport que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que haba sido creado, con lo que hubiera resultado intil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tom para si un cuerpo como el nuestro, ya que no se content con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan slo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo ms excelente; pero l tom nuestro mismo cuerpo.
En el seno de la Virgen, se construy un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que haba de darse a conocer y habitar; de este modo habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupcin de la muerte, lo entreg a la muerte por todos, ofrecindolo al Padre con un amor sin lmites.
Con ello, al morir en su persona todos los hombres, qued sin vigor la ley de la corrupcin que afectaba a todos, ya que agot toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Seor, y as ya no le qued fuerza alguna para ensaarse con los dems hombres, semejantes a l; con ello, tambin hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que haban cado en la corrupcin, y los llam de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que haba asumido y con el poder de su resurreccin, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.
Por esta razn, asumi un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que est por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contrada con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en l, no sucumbiera a la corrupcin; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurreccin, se vieran ya todos libres de la corrupcin.
De ah que el cuerpo que l haba tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y vctima limpia de toda mancha, alej al momento la muerte de todos los hombres, a los que l se haba asemejado, ya que se ofreci en lugar de ellos.
De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pag con su muerte la deuda que habamos contrado, y, as, el Hijo de Dios, inmune a la corrupcin, por la promesa de la resurreccin, hizo partcipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se haba hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.
Es verdad, pues, que la corrupcin de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnacin.
Oracin
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu obispo san Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, concdenos, en tu bondad, que, fortalecidos con su doctrina y proteccin, te conozcamos y te amemos cada vez ms plenamente. Por nuestro Seor Jesucristo.
De la encarnacin del Verbo
De los sermones de san Atanasio, obispo
(Oratio de Incarnatione Verbi, 8-9)
El Verbo de Dios, incorpreo, incorruptible e inmaterial, vino a nuestro mundo, aunque tampoco antes se hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vaca de l, sino que lo llenaba todo en todas partes, ya que est junto a su Padre.
Pero l vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupcin, no soport que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que haba sido creado, con lo que hubiera resultado intil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tom para si un cuerpo como el nuestro, ya que no se content con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan slo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo ms excelente; pero l tom nuestro mismo cuerpo.
En el seno de la Virgen, se construy un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que haba de darse a conocer y habitar; de este modo habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupcin de la muerte, lo entreg a la muerte por todos, ofrecindolo al Padre con un amor sin lmites.
Con ello, al morir en su persona todos los hombres, qued sin vigor la ley de la corrupcin que afectaba a todos, ya que agot toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Seor, y as ya no le qued fuerza alguna para ensaarse con los dems hombres, semejantes a l; con ello, tambin hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que haban cado en la corrupcin, y los llam de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que haba asumido y con el poder de su resurreccin, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.
Por esta razn, asumi un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que est por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contrada con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en l, no sucumbiera a la corrupcin; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurreccin, se vieran ya todos libres de la corrupcin.
De ah que el cuerpo que l haba tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y vctima limpia de toda mancha, alej al momento la muerte de todos los hombres, a los que l se haba asemejado, ya que se ofreci en lugar de ellos.
De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pag con su muerte la deuda que habamos contrado, y, as, el Hijo de Dios, inmune a la corrupcin, por la promesa de la resurreccin, hizo partcipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se haba hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.
Es verdad, pues, que la corrupcin de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnacin.
Oracin
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu obispo san Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, concdenos, en tu bondad, que, fortalecidos con su doctrina y proteccin, te conozcamos y te amemos cada vez ms plenamente. Por nuestro Seor Jesucristo.
La Institucin de la Santa Eucarista de NIcolas Poussin (1594-1665); 1640; Museo de Louvre, Paris, Francia;
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"l se hizo lo que somos para que El
nos haga lo que l es."
"An en la Cruz l no se ocult de nuestra vista; en vez, l hizo que toda la creacin
fuera testiga de la presencia de su Criador."
San Atanasio
2 de Mayo - San Atanasio el Magno de Alejandra (296-373) - Sobre la Encarnacin del Verbo, confesor y obispo
Este sitio es dedicado a Nuestro Seor Jesucristo
en la Santsima Virgen Mara
para la Gloria de Dios
La Bendicin Apostlica de la Santa Sede en Roma se imparta (28 de Octubre, 2013)
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