Oh Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unin de la naturaleza divina diste tanto valor a la sangre de tu Hijo unignito! T, Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuanto ms busco, ms encuentro, y cuanto ms encuentro, ms te busco. T sacias al alma de una manera en cierto modo insaciable, pues en tu insondable profundidad sacias al alma de tal forma que siempre queda hambrienta y sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo ansioso de verte a ti, la luz, en tu misma luz.

Con la luz de la inteligencia gust y vi en Tu luz tu abismo, eterna Trinidad, y la hermosura de Tu criatura, pues, revistindome yo misma de Ti, vi que sera imagen Tuya, ya que T, Padre eterno, me haces partcipe de Tu poder y de Tu sabidura, sabidura que es propia de Tu Hijo unignito. Y el Espritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad que me hace capaz para el amor.

T, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que, iluminada por Ti, conoc, en la recreacin que de m hiciste por medio de la sangre de Tu Hijo unignito, que ests amoroso de la belleza de Tu hechura.

Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: podas darme algo ms preciado que T mismo? T eres el fuego que siempre arde sin consumir; T eres el que consumes con Tu calor los amores egostas del alma. T eres tambin el fuego que disipa toda frialdad; T iluminas las mentes con Tu luz, en la que me has hecho conocer Tu verdad.

En el espejo de esta luz te conozco a Ti, bien sumo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabidura sobre toda sabidura; pues T mismo eres la sabidura, T, el pan de los ngeles, que por ardiente amor te has entregado a los hombres.

T, el vestido que cubre mi desnudez; T nos alimentas a nosotros, que estbamos hambrientos, con Tu dulzura, T que eres la dulzura sin amargor, oh Trinidad eterna!

Oracin

Seor Dios, que hiciste a santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplacin de la Pasin de Tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia, concdenos, por su intercesin, vivir asociados al misterio de Cristo para que podamos llenarnos de alegra con la manifestacin de Su gloria. Por nuestro Seor Jesucristo.