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La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano
La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano
La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano
 
 
 


 
Misal de Attavante degli Attavanti; 1485-87; Manuscrito; Bibliothque Royale de Belgique, Bruselas; Belgia www.wga.hu
 
 
 
 
La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano

De los sermones (3-4.9) sobre nuestro Seor por San Efrn (306-373), Dicono, Confesor y Doctor de la Iglesia


Nuestro Seor fue conculcado por la muerte, pero l, a su vez, conculc la muerte, pasando por ella como si fuera un camino.

Se someti a la muerte y la soport deliberadamente para acabar con la obstinada muerte.

En efecto, nuestro Seor sali cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz grit, llamando a los muertos a la resurreccin, en contra de lo que la muerte deseaba.

La muerte le mat gracias al cuerpo que tena; pero l, con las mismas armas, triunf sobre la muerte.

La divinidad se ocult bajo los velos de la humanidad; slo as pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mat, pero l, a su vez, acab con la muerte.

La muerte, en efecto, destruy la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.

La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle si l no hubiera tenido un cuerpo, ni el infierno hubiera podido tragarle si l no hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Seor descender al seno de una virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte.

As, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetr en el reino de la muerte, destruy sus riquezas y desbarat sus tesoros.

Porque la muerte lleg hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la via, pero la muerte abri una brecha en su cerco, valindose de las mismas manos de Eva; y Eva gust el fruto de la muerte, por lo cual la que era madre de todos los vivientes se convirti en fuente de muerte para todos ellos.

Pero luego apareci Mara, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habit Cristo, la nueva Vida.
La muerte, segn su costumbre, fue en busca de su alimento y no advirti que, en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte;

por ello mordi sin temor el fruto, pero entonces liber a la vida, y a muchos juntamente con ella.

El admirable hijo del carpintero llev su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo as a todo el gnero humano a la mansin de la vida.

Y la humanidad entera, que a causa de un rbol haba sido precipitada en el abismo inferior, por otro rbol, el de la Cruz, alcanz la mansin de la vida.

En el rbol, pues, en que haba sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injert luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Seor de toda la creacin.

A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por l desde la regin de la muerte a la regin de la vida!

A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de l fuente de vida para todos los mortales!

T vives para siempre;

los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, para que luego brotara y resucitara llevando consigo a otros muchos.

Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal; elevemos cnticos y oraciones en honor de aquel que, en la cruz, se ofreci a Dios como holocausto para enriquecernos a todos.



 
La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano

De los sermones (3-4.9) sobre nuestro Seor por San Efrn (306-373), Dicono, Confesor y Doctor de la Iglesia


Nuestro Seor fue conculcado por la muerte, pero l, a su vez, conculc la muerte, pasando por ella como si fuera un camino.

Se someti a la muerte y la soport deliberadamente para acabar con la obstinada muerte.

En efecto, nuestro Seor sali cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz grit, llamando a los muertos a la resurreccin, en contra de lo que la muerte deseaba.

La muerte le mat gracias al cuerpo que tena; pero l, con las mismas armas, triunf sobre la muerte.

La divinidad se ocult bajo los velos de la humanidad; slo as pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mat, pero l, a su vez, acab con la muerte.

La muerte, en efecto, destruy la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.

La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle si l no hubiera tenido un cuerpo, ni el infierno hubiera podido tragarle si l no hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Seor descender al seno de una virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte.

As, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetr en el reino de la muerte, destruy sus riquezas y desbarat sus tesoros.

Porque la muerte lleg hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la via, pero la muerte abri una brecha en su cerco, valindose de las mismas manos de Eva; y Eva gust el fruto de la muerte, por lo cual la que era madre de todos los vivientes se convirti en fuente de muerte para todos ellos.

Pero luego apareci Mara, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habit Cristo, la nueva Vida.
La muerte, segn su costumbre, fue en busca de su alimento y no advirti que, en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte;

por ello mordi sin temor el fruto, pero entonces liber a la vida, y a muchos juntamente con ella.

El admirable hijo del carpintero llev su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo as a todo el gnero humano a la mansin de la vida.

Y la humanidad entera, que a causa de un rbol haba sido precipitada en el abismo inferior, por otro rbol, el de la Cruz, alcanz la mansin de la vida.

En el rbol, pues, en que haba sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injert luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Seor de toda la creacin.

A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por l desde la regin de la muerte a la regin de la vida!

A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de l fuente de vida para todos los mortales!

T vives para siempre;

los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, para que luego brotara y resucitara llevando consigo a otros muchos.

Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal; elevemos cnticos y oraciones en honor de aquel que, en la cruz, se ofreci a Dios como holocausto para enriquecernos a todos.



 
 
 


Misal de Attavante degli Attavanti; 1485-87; Manuscrito; Bibliothque Royale de Belgique, Bruselas; Belgia www.wga.hu
 
La Cruz de Cristo, Salvacin del Gnero Humano

De los sermones (3-4.9) sobre nuestro Seor por San Efrn (306-373), Dicono, Confesor y Doctor de la Iglesia


Nuestro Seor fue conculcado por la muerte, pero l, a su vez, conculc la muerte, pasando por ella como si fuera un camino.

Se someti a la muerte y la soport deliberadamente para acabar con la obstinada muerte.

En efecto, nuestro Seor sali cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz grit, llamando a los muertos a la resurreccin, en contra de lo que la muerte deseaba.

La muerte le mat gracias al cuerpo que tena; pero l, con las mismas armas, triunf sobre la muerte.

La divinidad se ocult bajo los velos de la humanidad; slo as pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mat, pero l, a su vez, acab con la muerte.

La muerte, en efecto, destruy la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.

La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle si l no hubiera tenido un cuerpo, ni el infierno hubiera podido tragarle si l no hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Seor descender al seno de una virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte.

As, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetr en el reino de la muerte, destruy sus riquezas y desbarat sus tesoros.

Porque la muerte lleg hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la via, pero la muerte abri una brecha en su cerco, valindose de las mismas manos de Eva; y Eva gust el fruto de la muerte, por lo cual la que era madre de todos los vivientes se convirti en fuente de muerte para todos ellos.

Pero luego apareci Mara, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habit Cristo, la nueva Vida.
La muerte, segn su costumbre, fue en busca de su alimento y no advirti que, en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte;

por ello mordi sin temor el fruto, pero entonces liber a la vida, y a muchos juntamente con ella.

El admirable hijo del carpintero llev su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo as a todo el gnero humano a la mansin de la vida.

Y la humanidad entera, que a causa de un rbol haba sido precipitada en el abismo inferior, por otro rbol, el de la Cruz, alcanz la mansin de la vida.

En el rbol, pues, en que haba sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injert luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Seor de toda la creacin.

A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por l desde la regin de la muerte a la regin de la vida!

A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de l fuente de vida para todos los mortales!

T vives para siempre;

los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, para que luego brotara y resucitara llevando consigo a otros muchos.

Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal; elevemos cnticos y oraciones en honor de aquel que, en la cruz, se ofreci a Dios como holocausto para enriquecernos a todos.

 
 
 
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en la Santsima Virgen Mara
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  La Bendicin Apostlica de Su Santidad Papa Francisco se imparta (28 de Octubre, 2013)
 
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