HIPPOLITO, un piedoso sacerdote de Florencia, mand a hacer una pintura de nuestro Salvador coronado con espinas. La colg en su cuarto, cerca a una ventana. Ante esta imagen el sola a menudo quedarse por mucho tiempo, meditando sobre el amor infinito que haba obligado a nuestro Seor a sufrir tanto! por nosotros. Esta meditacin le result ser una fructfera fuente de pensamientos sagrados y resoluciones piedosas.

Directamente en frente de su casa viva una mujer presuntuosa y vanidosa que muchas veces lo vea al sacerdote parado por mucho tiempo ante lo que ella pensaba era un espejo. De hecho, a lo largo, para satisfacer su curiosidad, se atrevi a pedirle al sacerdote que le mostrara ese espejo con el cual el se vea a si mismo tan seguido. El sacerdote consinti y le trajo la pintura, para que ella pudiera contemplar este nuevo espejo a todo gusto y ver tambien quien ella realmente es.

Lo que la asombr y hasta asust fue cuando, en vez de ver un espejo cristalino, estaba contemplando al Ecce Homo! Se senta muy avergonzada pero este sentimiento no evit que sus ojos dejaran de ver esa imagen tan conmovedora. Ah su mirada descansaba sobre la cabeza de Nuestro Seor circundada con espinas, con sus ojos tristes y una palida, entristecida Cara. El sacerdote aprovech esta oportunidad para amonestar esta mujer mundana al decirle:

"Contempla aqu al espejo el el cual t tambien debes contemplarte. Mira a nuestro pobre Salvador, por amor hacia nosotros maltratado tan vilmente! Acaso t permanecers tm fria como fueron los Judios a quienes Pilato les present al lacerado Jess, exclamando, Mirad al Hombre!?

As como el Semblante de nuestro Redentor se desfigurado por heridas, nuestro alma es disfigurado poe el pecado.

Lava a tu alma con lgrimas de remordimiento y, en vez de ver esta triste y desfigurada imagen, un da vers y admirars el Semblante glorificado del Divino Salvador en el Cielo por toda la eternidad. Estas palabras impresionaron al corazn de la pecadora. Desde ese momento en adelante cambi y vivi una vida penitencial.

Para nosotros, tambien, querido Cristiano/a, la imagen de nuestro Cristo coronado con espinas es un espejo muy instructivo.

Si uno contemplara una imagen de la Santa Faz cada da, y luego rezara sus oraciones, se hara as docil, puro y noble, mas serio [en el sentido de hacer las cosas bioen] y mas caritatvo. La impresin hecha por la imagen en nuestro interior nos compelara a hacerlo.